lunes, 28 de diciembre de 2009

Cometas en el aire

Desde hace unos días vivo sumida en una de las más profundas indignaciones. Desde que ‘cerró’ una compañía aérea dejando tirados a miles de pasajeros justo el día de su vuelo, no quepo en mí de indignación.
Porque en todo este caso hay algunos asuntos que, desgraciadamente, resultan de lo más normal. Por ejemplo, para desesperación de muchos, que una empresa cierre no es novedad. En estos tiempos de crisis que corren uno se tiene que dar por feliz en todo momento en que la empresa para la que trabaje se mantenga en pie, porque es raro el día en el que no se oiga el caso de alguna empresa (grande o pequeña) que cierre. Así que por ahí no tenemos nada escandaloso.
Por otro lado, que unos pasajeros pierdan su vuelo tampoco es anormal. En cuanto hay un mínimo de inclemencias meteorológicas, muchos son los aeropuertos que dejan de operar. La diferencia con el caso que nos ocupa es que muchos de esos vuelos se retrasan, que es muy diferente a que se anulen.
Pero sin duda alguna, lo más escandaloso de este caso es que el presidente de esa compañía aérea que ‘ha cerrado’ sea también el presidente de la patronal, esto es, el presidente de todos los empresarios de España.
Vamos a ver, una vez he conseguido cerrar mi boca tras tanto asombro me pregunto si acaso es persona adecuada para representar a los empresarios un empresario que no consigue mantener sus empresas en pie.
No.
Además, contamos como ingrediente principal de esta trama con la desfachatez del empresario en cuestión, cuyo nombre y apellidos no diré, porque no me apetece (sin más). Esta mañana he escuchado sus palabras diciendo (en referencia a los pasajeros que se han quedado sin vuelo estos días) que él nunca hubiera comprado un billete de una compañía que últimamente había ido a la huelga varias veces y que no ofrecía las mínimas garantías de seguridad de los vuelos… sin embargo, muy señor mío, sí que ha sido usted capaz de poner esos billetes a la venta, ¿verdad?
Ojalá los viajeros que se han quedado sin vuelo puedan realizar su viaje pronto, ojalá que los empresarios se saquen la venda de los ojos y puedan votar a un representante coherente y ojalá que personas así, que aúnan a la perfección equivocación, incoherencia y desfachatez dejen de significar nada ante el pueblo humilde y trabajador.
Ojalá esto fuera una broma del día de los inocentes, 28 de diciembre, pero me temo que no.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Next Christmas

A todos los que celebréis la Navidad, os deseo que paséis unas muy felices fiestas, cada uno a su manera, pero intentad ser felices.
Os dejo una de mis canciones preferidas de todas las Navidades, Last Christmas, del grupo Wham.
Alguno de los que conozcáis mis gustos musicales os quedaréis algo sorprendidos, pero me ‘justifico’ diciendo que es lo que tiene haber crecido entre las músicas de la década de los 80. Me chifla esta canción :-)


martes, 15 de diciembre de 2009

Paul Auster

El señor Auster, además de ser uno de los hombres con los ojos más llamativos que conozco, es uno de esos escritores que todo buen amante de la lectura debe haber leído antes de que se muera (el escritor, claro está, si no ya no hay mucho remedio).
Digo esto porque hace poco murió un gran escritor y me apenó mucho no haber leído nunca nada de él.
Yo he leído muchos libros en mi vida, de autores vivos y también de otras épocas, pero tengo una asignatura pendiente y no es otra que la de leer a algunos grandes escritores coetáneos míos en este momento, pero que pueden dejar de serlo.
Y no quiero decir que Paul Auster esté a punto de morirse, más bien al contrario (aunque en este punto me gustaría añadir que todos somos susceptibles de morirnos en cualquier momento, en tanto en cuanto el principal requisito para morirse [que es estar vivo] lo cumplimos).
Pero no pensemos ahora en eso y volvamos a Paul Auster.
Acabo de leer La trilogía de Nueva York. Es un libro compuesto por tres historias detectivescas muy sutilmente relacionadas entre sí.
Al principio me sorprendió que me gustara la trama y comenzara a notar una sana dependencia de su lectura, -es que las historias de detectives nunca han sido mis predilectas-, pero con el paso de las hojas me di cuenta de que estaba completamente atrapada.
No os contaré ninguna de las tres historias, porque si os apetece, podéis leerlo, os invito a ello, está muy bien escrito: no siempre es fácil, pero siempre es bueno.
Por mi parte, dos objetivos cumplidos: he pasado un buen rato leyendo el libro y nunca jamás podré decir que no he leído nada de Paul Auster.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Maquillaje (II)

Ya puedo ir sin maquillaje os comentaba hace unos días. No estoy segura de si esta afirmación es completamente cierta, pero sí lo estoy de que cada vez lo es más.
Me refiero al maquillaje que suponen las máscaras que le ponemos a nuestra personalidad o, lo que puede ser peor, a nuestra mente.
Pocas personas se pueden jactar de ser naturales como una fruta recién cogida del árbol (si es que de los árboles las frutan brotan naturalmente).
Si no es miedo al qué dirán, son las ganas de ofrecer una imagen edulcorada de nosotros mismos en una primera cita o entrevista de trabajo (de mi predilección por comparar novios y trabajos os hablaré más adelante, promete ser un tema divertido).
Volviendo al tema de los maquillajes, debo reconocer que a medida que pasan los años me siento mucho más libre para ser como soy, para no llevar máscara, y eso que nunca he sido como no soy, pero más de una vez he tenido que acicalar mis pensamientos con una buena base de maquillaje, justo lo que nunca he hecho con mi cara.
¿Será acaso que ambos tipos de maquillaje se van a intercambiar felizmente en mi persona? Espero que no, confío en que cada uno evolucione en el sentido que deba hacerlo, pero de manera independiente.
Pero qué digo, por favor, dejad que rectifique mis palabras, no confío en nada, sino que ¡estoy segura! Ya sé que solo depende de mí.

martes, 8 de diciembre de 2009

Nenuco

Mi último (e inefable) ex me dijo en alguna ocasión que mi cuello amargaba. A una milésima de segundo estuvo de llevarse algo más que un gruñido cuando entendí que lo único ajeno a mi cuello que en mi cuello había era mi colonia: Nenuco.
Cómo iba yo a saber que Nenuco amarga, cómo va a saberlo nadie si, que yo tenga entendido, las colonias no tienen como finalidad beberse cual cerveza checa.
Fue un momento curioso porque al menos a mí no me había ocurrido nunca, de lo cual deduzco que los hombres (al menos a los que yo he besado) no se ponen la colonia en el cuello, ni en el pecho ni en… mmmm, no, tranquilos que no haré un recorrido por la anatomía masculina (no se me vaya a emocionar en exceso parte del personal), pero sí me gustaría saber dónde se ponen los hombres la colonia (o similar). Tendré que seguir investigando.
Por lo que a mí respecta, de momento seguiré utilizando Nenuco, que huele de maravilla, es fresquita y no marea a nadie en el metro por las mañanas, que no es poco.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Maquillaje (I)

A estas alturas de mi vida ya sé que es tan importante el hecho de que aún puedo ir sin maquillaje como el hecho de que ya puedo ir sin maquillaje.
Os lo explico un poco, antes de que se convierta en cuestión existencial.
Yo nunca he sido mujer muy aficionada al maquillaje. No uso maquillaje, así de sencillo. Nunca, ni de adolescente ni ahora. Bueno, tal vez algunas mañanas me animo a ponerme un poco de rímel (sí, amigos, ya está castellanizada esta palabra) y una rayita en el párpado de vez en cuando, nada más. Como anécdota os puedo contar que tengo dos barras de labios a medio terminar desde hace al menos 4 años.
Últimamente, los días que no duermo bien, me dicen que no tengo buena cara; algo que se arreglaría con un sencillo corrector de ojeras y una base ligera de maquillaje, eso le daría a mi cara una luminosidad que ríete tú de las estrellas de Hollywood.
Pero no, no quiero hacerlo. Los hombres aún me miran con cara de agrado por la calle y aún no me veo terrorífica ante el espejo… de momento, suficiente. Aún puedo permitirme ir sin maquillaje.
Pero como comprenderéis, no me refería a ese tipo de maquillaje cuando os decía que ya puedo ir sin maquillaje… id pensando, que os lo cuento bien pronto.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Pucheros

Lo siento, amigos, de mil amores os hablaría yo ahora de platos deliciosos que preparar en diversos tipos de ollas, de recetas milenarias o apetitosamente tradicionales… pero no. Hoy os hablaré de las personas que se caracterizan por sus ‘pucheros’.
Para quien no sepa lo que esto significa, le remito a la definición del DRAE, concretamente a la 4ª. A saber, “gesto (…) que precede al llanto verdadero o fingido”.
No lo soporto. Es así de sencillo. Probablemente es una de las cosas que más nerviosa me pone en este mundo (y me jacto de ser bastante tranquila…).
Hace poco tuve ocasión de escuchar una conversación entre una empleada y su (supongo) jefa y no podía ser más irritante. Constantemente me parecía que iba a estallar en lagrimones, y no, nunca lo hacía, es que era su tono de voz natural. No quise quedarme a escuchar qué efecto causaba ese tono en su jefa, pero desde luego en mí hubiera causado el peor de los efectos. Me aterro a mí misma :-)
No estoy hablando de una conversación íntima, en la que, con el consentimiento de todos, la persona puede expresarse como se le antoje, hablo de una conversación de trabajo entre adultos.
Recuerdo que mi mejor amiga me comentó hace tiempo que durante unos meses tuvo que trabajar bastante codo con codo con una persona similar a la que os comento, aficionada a los pucheros. Es francamente negativo porque como todos sabemos, los pucheros son cosa de niños, pobretes, ellos no conocen las normas de la comunicación y se expresan como les sale, a pucherazos o sin, y con los años (se supone) aprenden. No tengo queja de los niños, ¡ninguna! Bueno, alguna diminuta sí, pero no viene al caso.
El problema lo tengo con quienes en edad adulta se comunican como si fueran inocentes mocosos pequeñuelos de escasos centímetros de altura. Me molestan porque ese tipo de actitud implica que esas personas no solo se comunican como niños pequeños, sino que también piensan, deciden y actúan como tales, y eso comporta muchas dificultades para los que les rodean tanto en su vida privada como en el trabajo, porque no tiene nada de natural.
Niños, al parvulario, gracias.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Máquinas

Ayer me pasó una cosa curiosa.
Fui a comprar a una tienda de la zona ‘bien’ de la ciudad. Era un encargo y no hay muchas tiendas especializadas en temática religiosa por la ciudad. Así que allí estaba yo, realicé mi compra y cuando fui a pagar, la chica que me había atendido (de unos trentaitantos) cogió su calculadora, calculó y me dijo: 12 con 29. Esto es, 12 euros y 29 céntimos. Muy bien, 12,29 €.
De mi monedero saco un billete de 50 € y le pregunto a la chica si quiere que le dé en monedas 2 € y 29 céntimos (por aquello de ahorrarnos ambas una buena cantidad de monedas de cambio, porque con 40 € de lo que en mi pueblo de veraneo llamábamos ‘las vueltas’ estaría arreglado…). Me contestó “como usted quiera” en un tono de lo más amable; con lo cual, quise y le dí esa cantidad.
Tenía la caja registradora en el interior de la tienda, así que tuve que esperar un poco.
Al minuto, la chica regresa, me da el ticket y me dice “daban igual las monedas, le tengo que devolver 38 con 71. Yo lo cojo y antes de meter las monedas en el monedero le digo “no puede ser”, se supone que le he dado las monedas para que no me devolviera más monedas”. Se me queda mirando extrañada y me dice “un momento, déjeme ver el ticket "(el ticket que ella misma me había dado segundos antes). Le doy el ticket y tras examinarlo unos segundos más me dice: “vaya, es el ticket, está mal, es que yo solo hago lo que me dice la máquina”. La chica no había tenido en cuenta las monedas añadidas y había apuntado que yo le había pagado solo 50 €.
El malentendido se arregló rápidamente y yo me pude ir a mi casa con toda la celeridad que el transporte público me permitió, cosa que es Barcelona en muchas ocasiones es más una cuestión de milagros que de lógica.
Lo curioso fue su frase “yo solo hago lo que me dice la máquina”. Pues no, buena mujer, tal vez al contrario. ¿No fue usted quien pulsó las teclas de la caja registradora? ¿Por qué le dijo a la máquina que yo había pagado con una cantidad que no era la real? Acaso la mujer estaba equivocada. Ella no hacía lo que le decía la máquina, ella era quien le había dicho a la máquina algo equivocado. Qué culpa tendría en este caso la máquina, digo yo… y lo que más me preocupa, ¿tendrá remedio esta chica o se habrá maquinizado para siempre?

domingo, 15 de noviembre de 2009

El cansancio es un estado de ánimo

No viene al caso recordar exactamente el motivo de esta frase, pero “el cansancio es un estado de ánimo” me lo dijo el otro día un compañero de trabajo mientras comíamos.
Me sorprendió mucho ese pensamiento y bien pronto pensé en compartirlo con vosotros a través del blog.
No sé si estoy de acuerdo con la sentencia, pero me gusta mucho y me parece de lo más positiva.
Hay ocasiones en las que el cuerpo se siente exhausto y sin embargo la mente todavía conserva fuerzas para algún embiste más. Y sin embargo, hay momentos en los que uno está tan fresco y bien reposado y el espíritu no da para ningún esfuerzo por pequeño que sea.
Dejando de lado la obviedad de que lógicamente uno se puede encontrar agotado tras realizar un determinado trabajo (físico o mental), mi compañero se refería a la capacidad que tiene nuestra mente de poder ver de manera positiva un aspecto negativo de nuestro cuerpo, ¿acaso también de nuestra vida?
Pensemos por un momento en estos tiempos difíciles de crisis. Estoy convencida de que muchas personas hoy en día están cansadas siempre.
Sería perfecto que pudieran acostarse una noche y descansar lo suficiente para levantarse a la mañana siguiente con el mejor de los ánimos. ¿Utopía? No lo creo. Que ocurra eso es claramente difícil, sin duda, pero gracias a personas como mi compañero, sé que es posible.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Fio Maravilha

Esta noche de sábado el que quiera podrá disfrutar de un interesante partido de fútbol (España-Argentina) y en cualquier caso, de música. Esta canción de Jorge Ben Jor fue inspirada por un gran gol de Fio Maravilha. Me apetece escucharla hoy y compartirla con vosotros.
Y no me preocupa que no os guste el fútbol, porque seguro que os gustará bailar...

lunes, 9 de noviembre de 2009

Supporters del Almería

Como un guiño de homenaje al gran Lázaro Carreter, dejadme que os cuente cómo en la paz de mi camita, algo chirrió mis oídos como si de una bisagra en mal estado desde hace años se hubiera movido por primera vez.
He estado unos días malita. Nada grave, aunque algo desagradable y debilitable. Con lo cual, no me libré (rarísimo en mí, por otro lado) de pasar un día en cama convaleciente. Por la mañana no había nada ni nadie que me animara salvo Morfeo, pero por la tarde, me animé con la radio (bajita para no molestar mucho). Como era domingo, me decidí por mi programa preferido de esa franja horaria, el Carrusel Deportivo.
Pues en estas estaba yo, cuando de pronto uno de los reporteros que relataba parte de un encuentro me dejó helada con su… “los supporters del Almería…”. ¿Cómo? ¿los suporters del Almería? Ni me enteré de qué les pasaba a los suporters del Almería porque me quedé petrificada. ¿Acaso los del Almería ya no son hinchas, aficionados, seguidores, animadores, espectadores, socios, etc. y han pasado a ser suporters?
No me lo podía creer, a dónde llegará la capacidad de adopción de extranjerismos para hacer nuestro discurso más cool (guay).
Entendería (aunque no compartiría) que hubiera hablado de los suporters del Manchester por creer que estaba haciendo una traducción demasiado literal del asunto, aunque si se habla en español es del todo incorrecto decirlo así, pero vamos a ver, hombreeeeee… ¿suporters del Almería? Aún me escandalizo…
No dejé de oír el programa, porque me río mucho con algunos de los comentarios y porque me gusta el fútbol, pero el caso lo merecía…
Por cierto, hoy ya me encuentro mucho mejor, gracias.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Amor y luna

Ayer casi pierdo el tren por culpa de la luna.
Como os comenté, el fin de semana me fui a un pueblecito del interior peninsular a disfrutar de la tranquilidad, del aire puro y, de paso, de todos los santos.
Mi regreso iba a ser como la ida, en tren, y lo fue, pero por poco no. Os cuento: a mí me gusta llegar a los medios de transporte que debo coger con suficiente tiempo de antelación, a veces demasiado, lo reconozco. Y en la estación estaba yo tan ricamente, resguardada del frío (porque sí, amigos, hay lugares de España donde ya hace frío de verdad) cuando decidí que ya era momento de acudir al andén adecuado (y al descubierto) para esperar el tren, al que le faltaban escasos 10 minutos para llegar. Vale, ahora es cuando algunos pensaréis que 10 minutos no son tan escasos, pero ya he avisado, el tema ‘medios de transporte’ solo sé verlo (y más cuando viajo sola) desde mi óptica. Estaba yo tan firme en el andén, mirando hacia las vías, cuando me dio por girarme, no sabría decir qué fuerza extraña me llevó a girar mi cuerpo totalmente y agarrar el asa de mi maleta con los brazos hacia atrás.
Allí estaba ella, la luna. Más llena que nunca, preciosa. Lo bueno de estos lugares tan recónditos es su cielo, que a falta de nubes, no hay polución alguna que pueda manchar su imagen.
En ese preciso instante vinieron a mi mente centenares de recuerdos de mis veranos en el pueblo, de cuando aún no adolescente miraba la radiante luna por las noches y le pedía deseos como quien pone una vela a Santa Rita. Yo le pedía deseos a la luna, y creo recordar que no era necesario que estuviera llena (seguramente por aquello de aumentar las posibilidades). No cabe decir que siempre le pedía novios, o besos o similar. En los pueblos, a determinadas edades, uno no tiene otra cosa en la cabeza que los chicos, las chicas o lo que corresponda. Un sinvivir. Y lo curioso del tema es que nunca jamás me concedió nada ni nadie, y ahora que caigo en la cuenta, tampoco me sirvió nunca el ‘me quiere no me quiere’. Qué lástima. Tuve muchos novios en el pueblo (la mayoría veraneantes como yo) y besos también unos cuantos, pero nunca los que le pedí. ¡Mecachis!
Y en esas estaba cavilando yo, cuando oí el pito del tren que avisaba del cierre de puertas. Menos mal, eso me despertó de mis recuerdos, que si no, allí me quedo pidiéndole a la luna que volviera a pasar el tren… y mucho me temo que en ese caso y previo cambio de billete, sí me lo hubiera concedido.
En Barcelona es más difícil ver la luna con la misma nitidez, pero a veces, aún la descubro entre edificios y antenas varias.
Os juro que no le he vuelto a pedir nada, no porque crea que no me lo va a conceder, sino porque ya sabe de sobras lo que quiero.

viernes, 30 de octubre de 2009

Last Train to London

No, que no os engañe el título, no me voy a Londres, es que hoy voy a hacer una de las cosas que más me gustan: coger un tren para irme a algún lugar tranquilo a pasar el fin de semana. Aún no he averiguado por qué, pero el hecho de que el viaje comience o acabe en tren, siempre es positivo en algún aspecto.

Os lo cuentaré a la vuelta, mientras, os dejo con esta gran canción de la ELO, que además de ser buenísima y no pasar nunca de moda, le viene muy bien a mi viaje. Buen fin de semana a todos.

domingo, 25 de octubre de 2009

Igualdad

“Las mujeres tienen un gen que las predispone biológicamente para la cocina, la limpieza, etc. y que los hombres no tienen.” ¿Cómo? ¿Quién ha dicho eso?
Por desgracia, es real, y lo dijo sin remordimiento ni duda alguna un alto ejecutivo de entre 30 y 40 años en un curso que una amiga mía impartió hace unos días sobre la igualdad en el entorno laboral.
Me lo contaba ayer en una comida y ninguno de los comensales podíamos dar crédito a lo escuchado.
Lo peor del caso es que a su lado había una alta ejecutiva que asintió con la cabeza…
Yo no puedo entenderlo. De ninguna de las maneras. Lo siento, pero que yo sepa, la ciencia a día de hoy no ha demostrado tal afirmación, con lo cual, no es cierta.
Lo que más me sorprende de estas dos personas es que son opuestas. Es decir, si ese hombre piensa que la mujer, por genética, debe de dedicarse a la casa, y esa mujer que se sienta a su lado, también, ¿cómo es que están juntos en un curso sobre igualdad para altos ejecutivos? Uno de los dos o los dos están equivocados, los dos no pueden estar en lo cierto. Pura triste contradicción de uno o, probablemente, de los dos.

viernes, 23 de octubre de 2009

El valor de una noche de viernes

Hoy le dedico la canción que mejor expresa el amor a un gran amigo mío, que esta noche ha reunido el valor suficiente para pedirle a la chica que le gusta que salga con él. Estoy convencida de que le irá bien. Instinto femenino.

Esta canción pertenece a la película A star is born, de Barbra Streisand y Kris Kristofferson. No la he visto todavía, pero una persona muy especial está a punto de prestármela, ya os contaré si me gusta.

Cuando uno se enamora se siente aproximadamente así, como el o la protagonista de esta canción. Lo expresa a la perfección, con la fuerza, la precipitación, la alegría... en definitiva, sentimientos en explosión. Siento poneros una versión de vídeo tan larga, es que no he encontrado solo él de la canción. Pero a lo mejor os pica el gusanillo de la película, que tampoco sería mal propósito. No os dejéis engañar por la estética de la época, el amor no ha cambiado en millones de años.

lunes, 19 de octubre de 2009

La vuelta al mundo

La primera vez que me planteé ‘el tiempo’ en este blog fue cuando decidí crear la sección ‘Palabra del día’. Porque me surgió una gran duda ¿qué es un día en Internet? En principio deberían ser 24 horas, como para cualquiera de nosotros; no conozco a nadie cuyo día tenga 36 horas, por mucho que lo estiren… pero se da la circunstancia de que Internet une vía ciberespacio a todo el planeta, lo cual, convierte a sus días (los de Internet) en mucho más largos que los de las personas.
Pongamos un ejemplo: yo escribo en mi blog a las 7:30 de la tarde de Barcelona y pongo una palabra del día (cada palabra va acompañada del día concreto en el que es protagonista) y esa palabra la lee una persona en Buenos Aires, para él son las 3:30 de la tarde del mismo día; pongamos que luego lee la palabra una persona en Vancouver, allí son las 10:30 de la mañana del mismo día; pero supongamos que también lee mi palabra una persona en Tokyo, allí son las 2:30 de la mañana del día siguiente, con lo cual, alguien se pierde el día de la palabra, que no la palabra del día.
Me gusta el divertimento que nos propone Internet a este respecto, lo larga que puede llegar a ser la longitud del tiempo aunque para mí sean las 7 y media de la tarde.
Lo más curioso es que parece no quedar nada claro en qué lugar del mundo y del día deberíamos estar...

jueves, 15 de octubre de 2009

Paciencia

Es mentar ‘paciencia’ y te vienen a la mente centenares de momentos, de actitudes, de personas, de palabras, etc. Creo sinceramente que la paciencia debería poder comprarse, porque la mayoría de nosotros, antes o después, andamos más bien escasitos.
Estoy pensando ahora mismo en la paciencia que hace falta para cocinar.
Mientras os escribo esto estoy preparando un (confío que delicioso) pollo relleno estofado.
La receta en sí no tiene mucha complicación, más bien, al contrario: cortar todos los ingredientes, cuando ‘estén’, convertirlos en compañeros de cacerola del pollo y esperar… vuelta y vuelta periódicamente para que se cocine por todos los lados y coja la sustancia que requiere y ya estará preparado.
Pues bien, en ese vuelta y vuelta me encuentro, llevo ya una hora y le queda aproximadamente lo mismo.
Sin paciencia es imposible llevar a cabo semejante empresa. Pero lo hago con mucho gusto, porque sé que los que lo coman, me lo agradecerán y porque sé que alrededor de la suculenta carne, pasaremos un buen momento. Es una fenomenal recompensa.
Pero no debemos confundir paciencia con un simple esperar.
Os pondré un ejemplo (que a mí nunca me ha ocurrido), ¿qué se obtiene de esperar a alguien en una cita 30 minutos si cuando llega ni siquiera te pide disculpas? Os lo diré, nada. Desesperarse en tal caso no es impaciencia, es desesperación, que proviene de des/esperar, y que implica perder la esperanza… y añado yo, de obtener beneficio alguno.
La paciencia es grande porque antes o después, tenemos algo bueno que recordar de haberla tenido.
Me desdigo, prefiero que no se venda, así es gratis.

domingo, 11 de octubre de 2009

Bajo la alfombra

En el periódico de hoy venía en portada y en grandes titulares que una persona con el cargo más importante de una institución bien conocida y (al menos hasta ahora) valorada de la sociedad catalana había cargado a cuenta de dicha institución el coste de las bodas de sus dos hijas.
Hoy dedico estas líneas, como os podéis imaginar, a la capacidad de algunas personas de meter los problemas debajo de la alfombra y pisar por encima como si tal cosa.
Hace años era muy repetida en las pantallas la broma de ver a alguien barriendo y en lugar de tirar lo recogido, esconder lo barrido bajo la alfombra. La gracia no consistía en ese hecho en sí, sino en esperar el momento en el que alguien descubría lo allí escondido.
Salvando las gracias que pueda más bien no haber en este caso, algo similar ocurre en la mente de algunas personas. Hacen cosas feas, a su alrededor se generan problemas, o lo que podríamos llamar ‘suciedad’ y en lugar de intentar eliminarla o enfrentarse a ella, la meten debajo de la alfombra de la vida y continúan como si tal cosa.
A mí me cuesta bastante actuar de esa manera porque siempre he dicho que me sobraban lo que llamamos remordimientos de conciencia. O estoy en paz conmigo misma o no puedo continuar, tengo que ‘limpiar’ la situación sea como sea. De ahí que me resulte tan difícil imaginar cómo hacen estas personas para pasar del remordimiento de conciencia a vivir en paz consigo mismos, sin tocar la alfombra. Qué autoengaño más grande, ¿verdad?

martes, 6 de octubre de 2009

Empatía

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la empatía como la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”.
La empatía fue hace no muchos años un valor en auge. Andaba en boca de todos y se valoraba en gran medida como virtud de las personas. Últimamente noto su salud algo desmejorada.
Actuar con empatía no es fácil, lo reconozco, y hacerlo de manera inconsciente aún es más difícil, pero presumo de conocer a muchas personas que la tienen muy presente cuando tratan a los demás. Conozco otro grupo interesante, el de quienes lo intentan. Pero también conozco un caso muy alarmante: no es otro que el de quien sabiendo qué es la empatía y requiriéndola como si de un alimento primario se tratase, no la practica.
No logro entender qué lleva a sus mentes a quedarse instaladas en un excluyente YO. Me encantaría saberlo.

domingo, 4 de octubre de 2009

Arar

Un ex de esos que se convierten en amigos me dijo una vez que pasar la aspiradora le resultaba muy entretenido porque era como arar.
A mí no me resulta tan divertido, seguramente porque no sé arar. Pero sí me he aficionado a un juego muy simpático que circula por Facebook relacionado con la agricultura: Farmwille.
Para empezar diré que es un juego como cualquier otro. Nada más que un juego. Pero tiene la característica de que necesitas un gran esfuerzo de coordinación y previsión e incluso de avidez económica para pasar de un nivel a otro. Y eso me gusta.
La gracia de ese juego es que comienzas con unas monedas y un poco tierra y con los granos que puedas comprar en el mercado, puedes cultivar productos. Cada producto tiene un tiempo establecido de crecimiento (horas, días, etc.), cuando está crecido, hay que recolectarlo. Cuando lo recolectas, te dan más monedas (más o menos cuantiosas según el producto) y con ellas puedes comprar más productos o más tierras y así intentar aumentar tu imperio. Hay más entresijos en este juego, pero si no llevas idea de jugar, tampoco tiene mucha gracia.
La primera vez que se me echaron a perder unas fresas en ese juego, me sentí mal, porque había sido una equivocación mía. No presté atención al tiempo necesario para que crecieran y se me echaron a perder. No me ha vuelto a pasar. Ahora me fijo mucho en el tiempo requerido y el tiempo de que dispongo antes de plantar nada.
Otro aliciente que este juego tiene para mí es que está en inglés. Es decir, que en mi pantalla, pasar la aspiradora no es tan divertido como arar, sino como to plow. Con lo autodidacta que he sido siempre para los idiomas, ser una granjera en inglés, me resulta muy interesante.
Pero una de las mayores diferencias entre lo que ocurre en el juego cibernético y en el de la vida real es que en este último a veces se dan acontecimientos climatológicos adversos que dan al traste con las cosecha. Y eso es un factor a no desconsiderar nunca.
Es que yo podría ser una agricultora en la vida real en la actualidad, sí; lo he tenido siempre muy fácil si hubiera querido hacerlo. Pero a mí en el juego de la granja de la vida real no me han salido nunca las cuentas, calcule el tiempo de crecimiento como lo calcule.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

La niña que lloraba

Ayer iba yo caminando por la calle, por una de las pocas calles tranquilas de mi barrio, cuando a lo lejos divisé que venían por la misma acera que yo, pero en sentido contrario (es decir, hacia mí) un padre y una niña que no debía de pasar de los 8 o 9 años, era algo tarde, quizá cerca de las 8. Ya desde lejos advertí que la niña iba llorando. Lo primero que pensé, pues los que me conocen saben que intento ser positiva, fue que era la típica rabieta de niño, de esas de ‘ah, no me has comprado los chuches, buaaa buaaaa’ y sonreí. Pero a medida que nos acercábamos empecé a escuchar algo de la conversación:

—buaaaa buaaaaa
—No llores, no llores, es que no he podido.
—buaaa buaaa. No pudiste cuando la plaza (…) (… esto no lo oí, mecachis) ni cuando la plaza de la Concordia.
—Es que no he podido ir…

Y justo en ese momento nos cruzamos, y justo en ese preciso instante la niña, con un llanto desgarrador le soltó casi gritando ‘NUNCA PUEDES VENIR A NADA’. Me heló el corazón. Era claro que la niña asistía a algún tipo de actividad extraescolar que tenía lugar en distintos emplazamientos y que su padre nunca podía ir a verla. No haré juicios de valor de nadie porque no sé nada de sus circunstancias. Sólo sé que ayer esa niña consiguió generar en mí una profunda reflexión social.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Atractivo

Mi profesor de inglés es muy atractivo. Y además es muy simpático, no, más que eso, es muy divertido. Me río a carcajadas en clase porque ha dado la casualidad de que a las dos últimas clases de conversación a las que he asistido, he ido sola, así que alumna y profesor hora y media de cháchara tan amena y eso propicia muchas risas. Entiendo que de haber más alumnos las risas serían más repartidas.
No hay peligro de enganche (permitidme la expresión) porque para florituras tengo yo el corazón ahora que me lo acaban de desmenuzar, ja… imposible mínimo latido hasta nuevo aviso; pero es uno de los hombres más atractivos que he visto en mucho tiempo. Y se lo agradezco, porque llevaba como 6 meses sin poner los pies en clase y en los últimos 10 días ya he ido 2 veces… lo que hace un valor añadido.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Ricardo Darín

Es complicado para mí actualizar mi blog dos veces al día, pero hoy tengo que hacer una excepción. Acabo de llegar del cine y me he quedado asombrada, una vez más, por Ricardo Darín.
Le he visto en El secreto de sus ojos, y aunque son muchos los actores que en esta película trabajan realmente bien, me tengo que centrar en Darín. Qué pedazo de actor. Me gusta haga la película que haga, lo cual es un problema porque a veces ha hecho películas aburridas a rabiar, pero es el precio que hay que pagar por seguir a un actor en su carrera. La de Darín va por muy buen camino.
No me atrae físicamente, lo hacía unos años atrás, lo confieso, pero ya ha pasado esa barrera del hombre que solo te atrae por su físico al que lo hace por su talento.
Por cierto, la película en cuestión no está nada mal. Dice el crítico de La Vanguardia de hoy que le sobra una media hora, estoy de acuerdo, pero seguramente lo que le sobra es un segundo a cada escena, con lo que ya tenemos la media hora. Me voy a quedar con una frase del borracho “en esta vida podemos cambiar muchas cosas de nosotros mismos, pero algo que nunca podemos cambiar son nuestras pasiones”. Es frase da paso a una de las escenas más impresionantes de esa película y de muchas otras. Me encanta el cine, no sé por qué no voy más, bueno, sí lo sé, pero no viene al caso.

Limpieza (u hombre del saco)

Hay una expresión catalana muy interesante que dice ‘fer dissabte’ (literalmente, hacer sábado). Esta expresión significa, a parte de otros matices coloquiales, hacer una limpieza a fondo. Se suele utilizar cuando alguien hace limpieza intensa, en especial de la casa. Bien, pues yo llevo unos cuantos días fent dissabte, porque le estoy pegando una limpieza a la casa, a los papeles y al ordenador, de padre y muy señor mío.
Esta mañana me he cruzado a la vecina en el rellano de la escalera e iba cargada con una caja llena de trastos. Con una sonrisa cansada de domingo por la mañana me ha dicho ‘hay que ver la cantidad de cosas que se acumulan en una casa’. Y qué cierto es.
Yo nunca he sido de conservar mucho tiempo las cosas, ni siquiera de conservar muchas cosas un tiempo. Entre otros motivos, porque no tengo espacio para ello, pero sobre todo, porque mi experiencia me ha demostrado que en mi caso, guardar por el famoso ‘por si acaso…’ no sirve.
La semana pasada saqué de casa un saco (literalmente saco, de esos de basura, azules, que hacen casi un metro de alto) lleno de trastos inservibles. Pues muchos de esos objetos en su día los había guardado porque en un futuro me podían hacer falta. Y considero que 10 años después, el futuro de esos objetos ya ha pasado, y si me han hecho falta, no me he acordado de que estaban ahí; entonces, ¿qué sentido tiene seguir conservándolos? Al saco.
Con algunos apuntes de la facultad me pasa lo mismo. No con todos, lo reconozco, hay asignaturas que están muy bien como están, pero otros, tomados a la velocidad del rayo, incompletos y a día de hoy más que superados o actualizados, ¿por qué iban a estar ocupando un precioso y exiguo espacio en mis estanterías? El valor sentimental lo guarda mi mente, no una carpeta llena de polvo. Al saco.
Por otro lado, a la mayoría de personas que me rodean, la ropa que tenían cuando contaban con 16 años, no le sirve a los 30, por lo que por maravillosa que me quedara aquella camiseta, me parece que lo más razonable es dársela a quien la pueda ocupar ahora con más éxito que yo. Al saco (de las ropas, no el de la basura).
Y sin duda alguna, lo ‘mejor’ de esta limpieza ha sido que… ¡he vuelto a ver a Hugh Laurie! Para quien no lo sepa, tengo una impresionante fotografía de Hugh Laurie (Dr. House en la serie de televisión) en el escritorio de mi pc, a veces me quedo embobada sin abrir ninguna ventana para poder contemplarlo buen rato :-) Pues, bien, intentando poner un poco de orden en los archivos de mi ordenador, empecé por eliminar los iconos que apenas toco de mi escritorio. A lo que había reagrupado 7 u 8 y eliminado otros tantos, me di cuenta de que el impresionante actor seguía ahí, mirándome de nuevo. Creedme, todo un placer que recompensa el esfuerzo de limpiar tan profundamente. Y lo bien que me encuentro ahora…

martes, 22 de septiembre de 2009

Risas

Hoy he tenido un ataque de carcajadas difícil de superar, como hacía tiempo que no había tenido.
Estaba sola en mi despacho, pero no sola en la oficina, un cristal transparente separa mi despacho del de mi compañero, que nunca levanta la cabeza de su ordenador, salvo para acompañar al resto de su cuerpo cuando sale de su mesa por algún motivo… bien, pues las risas eran tan escandalosas (no en vano esa es la diferencia entre risa y carcajada) que mi compañero ha levantado la cabeza para ver qué pasaba.
Si lo pienso fríamente, me inclino a pensar que esas risas tan beneficiosas para mi salud han sido producto del fenómeno de causa y efecto. Me explico.
Hoy me he quedado en el trabajo unos minutillos más de mi hora (sí, amigos, también soy una de esas frikies a las que no les importa echar un minutillo más en la empresa… horas, no, pues tengo mi propia teoría al respecto [que vendrá a colación cualquier otro día, no os preocupéis], pero unos minutos…).
Volviendo al tema de las carcajadas os cuento que me he quedado unos minutillos más porque a última hora ha llegado un tema urgente a mis manos que no he querido dejar para mañana. Bien, pues al finalizar ese asunto me ha llegado un e-mail de respuesta automática que contenía un error, pero un error tan simpático que no he podido hacer menos que estallar en carcajadas, aún me río sola mientras lo recuerdo. El jolgorio ha durado tanto que, como os comento, mi compañero de ‘al otro lado de la pared de cristal’ ha levantado la cabeza para ver si me encontraba en buenas condiciones o me había dado un ataque de locura transitoria por la que dar parte, con toda celeridad, al departamento de RR.HH. ;-)
Como buena compañera que me considero me he levantado a contarle la anécdota y compartir con él las risas que tanto de bueno le dan al espíritu. No se ha reído tanto como yo, claro, pero también se ha reído. Premio para todos, pues.
No desaprovechéis cualquier oportunidad que tengáis para reíros a mandíbula batiente, que en los tiempos que corren, esos momentos no se dan con mucha frecuencia.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Otoño

Si no ando muy errada y tal como me ha apuntado hoy un duendecillo, mañana entra en actividad mi querido otoño. Yo sé que para muchos es el final de su estación favorita, ya lo lamento por ellos, pero para mí, comienza la mejor época del año.
El otoño, que en equiparación a la vida humana vendría a suponer una edad muy respetable, no es más que la estación del cariño. En otoño comienza a hacer frío, pero aún no hace un frío petrificante, con lo cual, a uno le apetece más que nunca una chaquetilla fina, un jersey y, en mi caso, un pañuelo al cuello, porque en seguida cojo afecciones de garganta. Y alguien me podría decir, si no hiciera frío, no te pasaría eso. Pues no estoy de acuerdo. Este verano enganché un medio resfriado que a punto estuvo de echar al traste mis vacaciones. Aires acondicionados y bebidas frías, incluso helados o granizados que tanto apetecen en las bochornosas tardes de agosto, también son ideales para martirizar nuestras gargantas.
Lo dicho, empezamos por la rebequita en los hombros, pasamos a una chaqueta de punto gordo, y luego al pañuelo en el cuello o la bufanda. Y de ahí, al abrazo.
Si hace frío, yo necesito que me den calor, y una estufa está francamente bien, pero donde esté un abrazo, que se quiten todos los calefactores del mundo, bueno, todos los del mundo no, porque un abrazo podría sustituir un calefactor, pero a todos lo dudo.
A mí en otoño me apetece abrazar a todos mis amigos, no tengo ganas de separarme, porque no estamos sudando apestosamente como (al menos en Barcelona) ocurre el 99% de mis días de julio y agosto. Pero es más, es que me apetece abrazarme ¡a todo! Y no seáis mal pensados. Lo a gusto que me agarro yo una taza con café con leche en una cafetería mientras afuera caen unas gotas de lluvia…
Bienvenido a mi otoño, preludio de un invierno que, por qué no, también puede ser bonito, pero mejor lo hablamos cuando toque.
Os dejo, porque veo que está a punto de llover y creo que sin más dilación voy a ponerme mis botas, a coger mi paraguas rojo y voy a salir a la calle para con el pretexto de cualquier recado, dar un pequeño paseo, oler la tierra mojada y si sucede, dejarme abrazar por el otoño. ¿No os he dicho que para mí es la estación del cariño?

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Día del espectador

Hoy miércoles es el día del espectador para muchas personas y para muchos cines.
Pero para mí no.
Yo intento siempre que puedo ir al cine a ver las películas en su versión original, porque entienda o no entienda lo que los personajes dicen, su tono de voz lo dice todo, y es más natural. Al final, la película te gusta o no, pero lo hace por muchos motivos que nada tienen que ver con haber escuchado a los personajes hablando en un determinado idioma. Recuerdo haber visto la película india Agua, evidentemente no entendía nada de nada, y la película me encantó. Ojalá la viera todo el mundo, indios incluidos.
Así que para mí hoy no es el día del espectador, pero ha dado la casualidad de que he convertido este miércoles en un día del espectador más.
Ayer cogí una película en el videoclub (sí, amigos, soy una de esas frikies raras que no se bajan películas de Internet). Mi idea era haberla visto ayer y devolverla ayer mismo, que me hubiera salido más barato, pero alguien especial me propuso quedar a tomar algo y no lo dudé, lo primero es lo primero, y la dejé para hoy. La he visto y cuando la he ido a devolver, he encontrado otra que en su momento se me pasó en el cine y siempre que he ido al videoclub, también se me ha pasado (o no estaba disponible o excusas mil), así que sin dudarlo, también la he cogido, y si algún programa basura de la televisión no lo impide, también la veré hoy, con lo que habré convertido este día en mi particular día del espectador.
Por cierto, para vuestra información, la película que cogí ayer e iba a ver ayer, pero al final he visto hoy es El curioso caso de Benjamín Button, bastante buena (mejor hubiera estado en pantalla enorme), pero el mensaje que transmite es excelente, lo mires como lo mires, ojalá la viera todo el mundo, indios incluidos, por qué no.
La película que he cogido cuando e ido a devolver la del gran mensaje es Milk, que nada tiene que ver con la leche, de la cual ya hablé hace unos cuantos días, sino con Harvey Milk, un activista político de los años 70, que era gay y si no me equivoco (aún no la he visto) pagó un alto precio por serlo.
Os dejo, que la televisión me espera.
Por cierto, otro día os hablaré de lo mucho que ganan o pierden las películas si son vistas en una pantalla gigante o en la diminuta pantalla de nuestras humildes televisiones (u ordenadores) de nuestras casas.

lunes, 14 de septiembre de 2009

La sirena

Una de las anécdotas de Londres que más tiempo tardaré en olvidar es la de aquella noche en la que sonó el peor sonido del mundo. Solo podía contarla una vez estuviera en España, con acentos, eñes y todos los elementos que necesito para escribir pensando más en el contenido de mis palabras que en el teclado que utilizo para escribirlas. Os cuento.

Imaginaos la estampa: las 9 de una noche fría. A esa hora ya he cenado y estoy bien relajada en mi la habitación de mi residencia haciendo mi homework, es decir, mis deberes (os recuerdo que no fui a Londres para pasármelo todo el día de parranda por ahí, sino para estudiar un poco de inglés) . Como las noches en Londres son muy frías incluso en septiembre tenía la calefacción puesta, no porque tuviera mucho frío, sino porque no me gusta dormir con aparatos eléctricos que desprenden aire encendidos y prefería apagarla antes de acostarme, pero como lo que yo quería era tener el cuarto caliente mientras dormía, las horas previas tenían que ser con la calefacción bien alta. Con lo cual, os vuelvo a poner en la estampa. Estaba yo tan feliz haciendo mis deberes y con bastante poquita ropa (por aquello del calor), cuando de pronto empieza a sonar una alarma que no supe identificar. El volumen era tan alto que no podía ni pensar, sin duda, el ruido venía de dentro de la habitación. Me asusté mucho, empecé a mirar el nuevo y "última tecnología" teléfono que me habían puesto en mi habitación por si la sirena ensordecedora venía de allí. Nada, ninguna luz extraña ni ningún signo de que el horroroso sonido viniera de allí. La calefacción, pensé, fui allí y tampoco nada, parecía todo en orden, pero el ruido era cada vez más intenso y no tenía ninguna idea de lo que podía ser. No pude reaccionar con lógica, reaccioné con instintinto de supervivencia, lo que tenía que hacer era salir de allí. Creo que incluso pude oír mi propio chillido cuando estava atravesando el umbral de la puerta.
El ruido no cesaba, y yo corrí todo lo rápido que pude hacia el patio del edificio, allí me encontré 3 chicos que pararon mi carrera, ¿qué pasa? les pregunté, y uno me dijo 'nada', y yo ¿pero qué pasa? ¿qué es esto? 'nada', me dijo uno de los chicos, y yo, evidentemente, ya tenía tal estado de nervios en mí que no me iba a conformar con esa respuesta. Había empezado a temblar. De pronto oigo 'la alarma contra incendios' y yo... ¿cómo? ¿me lo dices en serio? ¿esto es una alarma de incencios? Os juro que parecía más que la III Guerra Mundial fuera a empezar en mi habitación. Me quedé bastante perpleja, pero entonces oí una vocecita que desde atrás me dijo'¿quieres una chaqueta?' y yo, claro, sí, gracias, un alma caritativa que en ese momento pensó más en mí que yo misma me ofrecía una chaqueta que rápidamente sacó de una mochila y me la dió, y al ponérmela me acordé de que estaba prácticamente desnuda en medio del patio de la residencia. Entonces dije en voz tenue... pues menos mal que no me ha pillado en la ducha... y oí unas risas de fondo, me alegra saber que puedo recuperar pronto el sentido del humor en los momentos de máximo nerviosismo.
Al poco tiempo empezó a llegar más gente, todos con la misma pregunta, a la que se ve que solo los veteranos del lugar tenían respuesta. A los 5 miutos cesó el horripilante sonido y sin que nadie nos dijera nada, volvimos a nuestras habitaciones ('esto es siempre alguien que fuma en la habitación', volvió a sentenciar la voz de la veteranía, que no olvidemos que es un grado). Yo tuve que esperarme un rato más medio desnuda en el descansillo de nuestro piso, porque con la estampida de mi habitación, me había dejado las llaves dentro, pero al menos ya no tiritaba.
Fue un momento horroroso y perfecto para comprobar que nadie había actuado como teníamos indicado hacerlo en caso de oír la alarma de incendios. Seguramente, porque nadie entendía al oír aquello, que semejante ruido de sirena atronador era la alarma de incendios. Menuda efectividad la de aquella alarma.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Embudos humanos

A un spanishito de a pie, una de las primeras cosas que le puede sorprender andando por las calles de Londres es ver que existen personas desayunando a primerísima hora (por ejemplo, a las 8) en un McDonalds. Para muchos de nosotros éste es un lugar al que ir a comer, a cenar, a comer algo a media tarde, pero para desayunar???
Pero solo es una de las cosas que sorprende. Otra que a mí personalmente me parece muy curiosa pero no me gusta tanto es el conjunto de embudos humanos que uno puede llegar a atravesar durante el día.
Hoy, sin ir más lejos. Al ir a entrar en la estación de metro que cojo cada día para ir a clase (no, no he vuelto a mis tiempos de mocedad, es que estoy en Londres haciendo un curso intensivo de inglés), me he encontrado un grupo de unas 60 personas que pretendían entrar al metro, y lo estaban haciendo de dos en dos o de tres en tres, por ejemplo, y todo ello para evitar una aglomeración en los andenes... cuando me he querido dar cuenta de que aquello era un embudo, ya no he podido salir, tenía unas 40 personas por delante (ya me quedaba menos) y otras 40 por detrás. Ligero mal rato hasta que consigues llegar al interior. Pero es que me ha pasado lo mismo un par de veces más durante el y a las 6 de la tarde en la estación de vuelta!!!! I can't believe it! (mi curso va surtiendo efecto, como veis...).
Os dejo, que en London la gente se recoge bastante pronto (si no calculo mal, deben de llevar una o dos horas de adelanto respecto a Spain [en horarios de comidas, ocio, etc...]) y para ser lunes, ya vale.

The tube

En el metro de Londres veo lo que no veo en el de Barcelona. En el tube, a primera hora por ejemplo, se ven muchísimos hombres bien elegantes con traje y corbata y maletín (o sin maletín), eso a primera hora, en el metro de Barna no ocurre nunca. Viajamos gente normal, vestida de forma sencilla y los hombres que se ven no suelen llevar traje y corbata. Supongo que en Barna, los encorbatados van en taxi, coche particular o lo que sea, pero en metro no. Aquí ocurre diferente, los encorbatados no se están de prejuicios y se suben al metro y se apretujan entre la muchedumbre tan tranquilamente. Lo curioso, en este caso, es que la muchedumbre son ellos. Y yo soy la rara, la 'normal'. Y me encanta apretujarme a esa muchedumbre, por raro que parezca, puestos a elegir...

jueves, 3 de septiembre de 2009

Acentos

Había yo preparado un enorme discurso para demostrar lo mucho que se puede escribir en castellano desde un teclado inglés (que no disponen de acentos) cuando justo una antigua compi de escuela que desde hace tiempo vive en Londres y con la que me comunico a través del inefable Facebook me ha dado un consejo para poder ponerlos... así que el discurso que me llevó horas escribir ya no sirve para nada... bueno, en realidad sirve para demostrar que el lenguaje de montones de hispanohablantes tiene más palabras sin acentos de las que creemos, pero como texto divertido con el que animar mi blog ya no sirve :-(

Así que con la alegría de poder mantener mi blog correctamente acentuado, os dejo. Y hoy un poco rápido, lo reconozco, porque quiero ir a visitar un famoso cementerio con espectaculares estatuas mortuorias y en el que te cobran dinero por entrar (vivo, supongo) y un plus si llevas idea de hacer fotos... y si veo imágenes interesantes, prometo contaros...

See you!

sábado, 29 de agosto de 2009

Manías

Tengo una manía.
Reconozco que he tardado bastantes años en aceptarla, pero por fin lo he hecho. Bien, más que una manía, lo mío debe de ser una costumbre, porque cuando haces lo mismo día tras día, aproximadamente a la misma hora y de la misma manera, debe de ser una costumbre.
La mía (manía o costumbre, esa es la ventaja de la coincidencia de géneros) se llama dejar enfriar la leche lentamente, o lo que es lo mismo, calentarla excesivamente y esperar para tomarla a la temperatura perfecta.
Para mí el desayuno es una de las comidas más importantes del día. Me preparo unas tostadas con lo que sea (desde una loncha de jamón, a una capa de paté o a un masaje de ajo con un chorrito de aceite) o un bocadillo no muy grande (también de lo que sea) y a la vez, caliento un tazón de leche que preparo con una cucharada y media de Nescafé y una y media de azúcar. Siempre. Lo preparo todo a la vez, pero me como primero el pan (en el formato que sea) y su acompañamiento y luego me tomo la leche, con lo cual, si no calentara mucho la leche, me la bebería fría, y como la quiero más o menos templada, he de calcular muy bien.
Llevo haciendo esto muchos años, pero no había sido tan consciente hasta que un día me encontré por la calle con un ex algo y entre otras muchas preguntas de pronto me espetó “¿y sigues dejando enfriar la leche lentamente?”. La respuesta fue “sí, pero ¿cómo sabes tú eso?”. La pregunta me gustaba, pero no podía dejar de sorprenderme porque ese chico y yo jamás habíamos compartido ese momento… “tú me lo contaste un día y me pareció tan curioso que lo recuerdo”.
Yo no sé qué tiene de curioso tomar el Nescafé así de pacientemente, pero yo lo hago, y me gusta. Y si puedo, llevo la costumbre allá donde voy.
El año pasado estuve una semana en Londres y lo primero que hice al llegar fue comprar leche, azúcar y Nescafé. Y repetir el ritual de la leche cada día, reconozco que me hacía muy feliz. Como decía Serrat, son aquellas pequeñas cosas…

La próxima vez que os escriba estaré de nuevo en Londres y como ya me voy haciendo amiga de mis costumbres, me llevo el Nescafé de aquí (“aquí” es Barcelona), que es exactamente igual que el de allí, pero con la etiqueta en español y más baratito.

martes, 25 de agosto de 2009

Anécdotas rápidas

Fin de semana pasado… (homenaje al flashblack)

20:37 de la tarde de mi primer domingo de vacaciones. 23 de agosto de 2009, voy en tren, camino de Barcelona procedente de Zaragoza, vengo de ver a mi hermana, que maravillosamente, ¡ESTÁ EMBARAZADA!
Pero de este genial fenómeno hablaré en otro momento, porque lo que hoy quiero contar es que voy en un vagón de Preferente. El único motivo por el que elegí Preferente en lugar de Turista es porque encontré una oferta especial. Así que me ha salido baratito, pues eso.
Pero en este vagón ocurre ahora miso algo curioso. Muy cerca de mí hay sentadas 3 personas, un papi, una mami y un niño.
Esto no tendría nada de anecdótico de no ser porque ya he viajado con ellos alguna que otra vez. No recuerdo si en vagón de Turista o Preferente, pero sí recuerdo que el papi no me quitó los ojos de encima en todo el viaje.
Y hoy ha vuelto a hacer lo mismo. Increíble, porque tiene a su mujer a escasos 40 centímetros y cada vez que ella se gira para decirle algo (es que ella va sentada al lado del niño), le descubre mirándome. Ya debe de estar acostumbrada, porque no muestra el más mínimo indicio de malestar.
Me parece recordar que la primera vez que viajamos juntos me molestó que fuera tan descarado.
Hoy no me importa. Acabo de terminar una relación que me ha dejado tocada (que no hundida) y este ápice de deseo masculino parece que me sienta bien…
Lo diferente de aquella vez es que viajamos en AVE y eso significa que el viaje acaba muy rápido.

lunes, 24 de agosto de 2009

Vacaciones

Hoy he empezado mis vacaciones. A muchos les parecerá que las empecé cuando salí de trabajar el viernes (dos horas más tarde de mi hora porque tenía demasiados temas que dejar arreglados), pero yo siento que mi primer día de vacaciones es el primer día laborable que no voy a trabajar gracias a mis vacaciones (porque motivos por los que no ir a trabajar una persona joven un día laborable, desgraciadamente, hay muchos...).
Pero aunque sienta que las he empezado hoy, este fin de semana he estado de viaje, visitando a mi hermana (la mujer sin miedo) que se encuentra en estado de buenísima esperanza. Está guapísima, qué envidia, lo reconozco, pero por la parte que me toca, también estoy muy feliz, voy a ser una tía genial (ya lo intento ser, para qué nos vamos a engañar, pero sin sobrino :-)
El tema es que he ido y he vuelto en tren AVE, y en el de vuelta me pasó algo bastante curioso, pero como es una anécdota cuando menos, inhabitual, os la contaré en próximas ocasiones.
Porque me voy de vacaciones, pero no desaparezco, prometo tener mi blog al día con algunas de las aventuras en las que me vea inmersa... hasta entonces, ¡sed buenos!

viernes, 14 de agosto de 2009

Sin miedo

Hoy me han sorprendido preparándome unos pimientos de padrón como acompañamiento del ingrediente principal de mi comida, un muslo de pollo a la plancha. Maridaje perfecto, no lo negaré. Me ha encantado la sorpresa. Pero lo que más me ha gustado es comprobar que no he olvidado cómo se comen: sin miedo.
Es famoso el dicho de que los pimientos de padrón "unos pican y otros no". Por lo que el comensal ha de andar con cuidado a la hora de escogerlos si no quiere salir con dos litros de agua en el estómago y 4 pimientitos flotando tan infelices…
Claro, se ha de andar con cuidado, pero con la lógica en la mano, nada te indica si el que has elegido pica o no, así que no queda otra más que atreverse y ser valiente. Eso sí, se puede seguir una cierta estrategia: hoy he estado a punto de beber justo después de un bocado de pollo, pero la porción de lógica que le quedaba a mi cabeza a las 4 de la tarde (no me gusta comer tarde, pero hoy ha sido inevitable…) ha dicho en una fracción de segundo que era mejor esperar un instante después del pollo y atreverme con uno de los pícaros pimientos. Así lo he hecho, y cuál ha sido mi sorpresa cuando he podido comprobar que no picaba. Es obvio que iba a beber de todos modos, pero si los pimientos no pican, se bebe más tranquilo, y a dos pasos de mis vacaciones, lo que necesita mi cuerpo lleno de estrés laboral y emocional acumulado es precisamente eso, tranquilidad. Y he bebido feliz.
La comida se ha saldado con un total de 2 pimientos picantes contra 8 benditos pimientos que no picaban, no está mal la proporción.
Me ha encantado la sorpresa de los pimientos de padrón, que unos pican y otros no ;-)

(Entrada dedicada a mi hermana, que sabe vivir sin miedo, pero sin embargo odia los pimientos...).

lunes, 10 de agosto de 2009

lunes

Hay lunes en los que todo se tuerce... según para quién. Hoy ha sido lunes para todo el mundo, de eso no cabe ninguna duda. Pero hoy ha sido un lunes curioso en la empresa en la que trabajo. Por un incencio en un remoto lugar del mundo se ha quemado un pedazo de fibra óptica... y qué casualidad, el nuestro. Y nos hemos quedado sin red para conectarnos a Internet o a Intranet o a ningún lugar, por remoto que fuera.
Media empresa se ha quedado sin posibilidad de trabajar en sus cotidianos quehaceres, pero otra parte de la otra mitad, no; teníamos quehaceres diversos suficientes como para emplear nuestro tiempo en trabajar en algo productivo, por poco cotidiano que fuera.
Y por último ha quedado un pequeño reducto de personas que no han tenido quehaceres que hacer, pero han sabido aprovechar el tiempo provechosamente y por ello les admiro. Va para ellos mi "gracias" como compañera, o como lo que sea menester, para polivalente una... porque ellos han dado el ejemplo hoy.

sábado, 8 de agosto de 2009

Desconexión

Ayer murió mi móvil. Ya hacía una temporada que no se encontraba muy fino y ayer llegó su hora. Demasiado temprano, para mi gusto, pero todos tenemos un final y mi móvil también.
Podría empezar a desquiciarme en cualquier momento, porque parece que en la actualidad, si no estamos perfectamente conectados por todas las vías posibles, no somos nadie... pero me niego a pensar que estamos condenados a eso de por vida.
He decidido esperar unos días a tener uno nuevo (entre otras cosas porque un sábado de agosto a medio día tampoco es el mejor día...), y aprovecharé para vivir como hace 15 años, llamando a teléfonos fijos para quedar, ser puntual para no tener que mandar sms de "llego tarde" y quitándome esa manía tan habitual y ridícula de mirar el teléfono cada 5 minutos para ver si tengo mensajes...
Si he de enterarme de algo, me enteraré :-)

domingo, 2 de agosto de 2009

Hoy puede ser un gran día...

...plantéatelo así. Eso dice una positiva canción. Y por negra que se ponga la situación, quiero pensar que siempre hay posibilidad de que el día mejore. Gracias a todos por estar ahí.

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