martes, 30 de octubre de 2012

Alice

Es poner las llaves en la cerradura y no puedo evitar hacer una inspiración profunda y sonreír. Eso ocurre cada vez que entro en casa.

Se podría deducir que mi vida es feliz, y sí, lo es, pero ese no es el motivo de mi sonrisa justo en el instante en el que introduzco la llave en la cerradura de mi casa. El motivo es que desde que sales por la puerta del ascensor o desde que superas medio tramo de escaleras, el rellano huele de maravilla, diversos aromas de lo más agradable acuden a cualquier nariz: mi vecina cocina.

Mientras trabajó, fue muchos oficios, pero el principal, el de cocinera, y suerte la mía la de haberme encontrado con ella cuando se ha jubilado y está encantada de cocinar por placer. Bueno, mejor dicho, mi vecina siempre cocina por placer. Entrar en su casa es como asomar la nariz por la cocina de cualquiera de los mejores restaurantes del mundo. Apuesto por ello, porque cocina mil cosas y todas de categoría.

Otra cosa es que a ti, concretamente, un ingrediente no te guste o que un sabor te resulte empalagoso, pero en general, sus recetas son fabulosas.

Y yo tengo la suerte de que además de para su propia casa, cocina para mí. Ella tiene un quehacer diario y nosotros el tema del táper resuelto [sí, amigos, al ritmo que vamos, el táper será aceptado por el DRAE bien pronto, si no, al tiempo].

Surgió como quien comenta qué buen tiempo hace hoy… ¿y si os cocinara? Y nosotros encantados, claro. Por un módico precio ella nos pasa unos deliciosos tuppers cada noche y nosotros disfrutamos de la más alta cocina en nuestra mesa.

Ni que decir tiene que soy la envidia de mis compañeras de oficina, todas esperan ansiosas que abra el tupper para descubrir las delicias o la originalidad o, sencillamente, la decoración de mi comida. Lo dicho, Alice es extraordinaria.

sábado, 27 de octubre de 2012

Protagonista

Hace muy poco vi en televisión a Patricia Ramírez, que pese a tener un nombre bien común, tiene una comunicación excelente. Su ligero acento andaluz no le impedía expresarse claramente, vocalizando cada palabra y transmitiendo el mensaje exacto de lo que pretendía decir. Nos encantó.
No vi todo el programa (Singulars, ese programa donde el presentador es más protagonista que los invitados), pero sí el final.
Para concluir, explicaba la importancia de aumentar nuestro vocabulario positivo, de usar con más frecuencia palabras positivas o frases que transmitan un mensaje en positivo: por ejemplo, en lugar de decir ‘hoy no voy a enfadarme’ decir ‘hoy voy a estar de buen humor’. Explicó que a quien le costara, pues no es ejercicio fácil, podía entrenarse cada día escribiendo en una pizarra una palabra o frase positiva para empezar el día. Y en casa, será porque soy muy positiva y porque tenemos una pizarra, lo hemos puesto en práctica.
Por la mañana, antes de irme a trabajar, entre la ducha, el desayuno y el ‘a ver si llueve’, suelo tener muy poco tiempo, pero me gusta pensar que ese pequeñito esfuerzo que hago en mi agenda cada mañana, es como si me tomara una pastilla de vitalidad.

sábado, 20 de octubre de 2012

El padre de la niña del tren

Como ya sabéis, yo voy cada día a trabajar en tren, concretamente en metro y tren. Bien, pues hace unas pocas mañanas muy cerca de mí iba sentado un chico relativamente joven (en esa franja de edad en la que no sabes si estamos hablando de 35, de 40 o de 45) con una niña de unos 5 años en al asiento de al lado.

 
La niña iba medio dormida y como aquel que no acaba de encontrar la postura en la cama, ella no acababa de encontrar su hueco entre su asiento y las piernas del padre. Yo presupuse que era el padre porque para ser su hermano era demasiado mayor y para ser su tío, vecino, tutor, o mil opciones más, siempre hay tiempo. La verdad no la sé.

 
Lo que me llamó la atención del caso es el cariño con el que el padre acariciaba a la niña, la subía en sus piernas para hacerle caballito y le explicaba al oído por qué tanta gente subía o bajaba en cada estación.

 
Me llenó de ternura ese gesto. Me gustó pensar que hay padres que tienen tiempo (u oportunidad, pero la aprovechan) para estar con sus hijos pequeños, y que probablemente lo harán cuando sean mayores. Me gusta pensar que los niños no molestan a sus padres y que cada día, se pueden dar muchas escenas así.

 
Yo me bajé en mi parada y ellos continuaron. Y al salir del tren, inevitablemente empecé a pensar en mi propio padre, sin duda, una de las personas más maravillosas que conozco.

sábado, 6 de octubre de 2012

Adif y la Generalitat, muy cerca

El medio de transporte que más me gusta es, con diferencia, el tren. Llamadme romántica, llamadme cualquier otro sinónimo, pero el tren, del tipo que sea, me transporta además de a donde se supone que quiero llegar, a muchísimas ideas, imaginaciones e historias que acuden a mi mente durante el trayecto. Dentro de un tren, soy capaz de convertirme en todo.
Pero hay un tipo de tren en concreto que tiene un fallo, cualquiera de Cercanías de Barcelona, su fallo es que nunca pasan a la hora a la que deberían pasar.
Actualmente yo trabajo fuera de Barcelona. Fuera no es muy lejos, pero tampoco cerca, o al menos, no lo suficientemente cerca como para poder ir andando en caso de un contratiempo en el transporte público o un exceso de energía por mi parte.
Pero últimamente vengo comprobando que tú llegas tan contento a la estación (la de salida o la de llegada) y o bien han pasado 4 minutos antes de que llegaras o bien, si llegas con 4 minutos de adelanto, el tuyo no pasa. Miras expectante a la pantalla que indica los próximos trenes y resulta que no pasa ningún otro hasta dentro de media hora, cuando lo normal en aquella franja horaria son 15 minutos.
Se te pone una cara de mala leche que ríete tú de los vaqueros del oeste con el cigarrillo en la boca.
Porque si te dieran una explicación, tal vez pudieras solidarizarte con la causa, pero si la única sensación que tienes es la de que te están tomando el pelo, se lleva bastante mal.
Cercanías en Cataluña se llama Rodalies y se transfirió hace unos años a la Generalitat de Catalunya, pero se transfirió a medias. Trenes, vías y catenarias, para Adif, gestión de Cercanías, para la Generalitat…y… unos miles de millones de euros prometidos para mejorar trenes, vías y catenarias, en algún papel escritos nunca encontrado.
Como siempre digo, quien decide la mayoría de las cosas que nos afectan es quien no las usa, porque me apuesto un café a que ni el señor de Adif ni el señor de la Generalitat tienen que estar ni un solo viernes por la tarde esperando media hora un tren que no llega, pasando frío al raso.

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