martes, 21 de diciembre de 2010

La justicia

No es frecuente encontrar bares, cafeterías, restaurantes o locales en los que aún sirvan el azúcar en terrones.
Tal vez ando muy equivocada, pero lo cierto es que hacía mucho tiempo que nadie me ofrecía uno hasta ayer.
Andaba yo tan entretenida en Zaragoza con el frío y el primer cumpleaño de mi adorado sobrino cuando se me ocurrió entrar en una conocida (y única) cafetería de la Plaza de los Sitios a tomarme un café con leche. Cuál fue mi sorpresa al descubrir los dos terroncillos junto a la taza, ¡qué cosa tan antigua! pensé. Con los prácticos, cómodos y equitativos que resultan los sobrecillos… ¿y si quiero más de un terrón y menos de dos?, ¿pido un cuchillo para echar el azúcar exacto que yo desee?
Por suerte para los terroncillos no soy persona de muchas manías, con lo que sin pensármelo mucho, les quité el envoltorio y se fueron directos a la taza.
Al terminarme el café me marché de la cafetería tan feliz como había entrado, pero con la profunda disquisición en mi cabeza sobre lo difícil que es a veces en la vida, ser justo.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Autocontrol

Autocontrol es lo que hubieran necesitado unos pocos hace unos días, cuando ‘a la valiente’ y sin encomendarse a santo alguno, se decidieron a no ir a trabajar para reivindicar su causa laboral. Mira tú qué bien. Lo malo es que su no ir a trabajar afecta a, por un lado, muchas personas, y, por otro (y con más consecuencias) a muchos bolsillos de personas.

Estoy hablando de los controladores aéreos de España, qué majos ellos. Independientemente de sus dificultades laborales, que en ningún momento negaré que las deben de tener, y gordas, es evidente que muy sanos del juicio no andan. Pobrecicos míos. Qué mal se habrán explicado cuando los ciudadanos de a pie nos hemos quedado con que ganan un dineral y encima se quejan (el otro día me decía un compañero de trabajo inglés… (oh, God, one hundred euros per year and they go on strike?, why?) Claro, en esta vida no todo es el dinero, y por supuesto tampoco me molesté en explicárselo a mi compañero. Si los propios interesados no se molestan en explicarnos qué problemas tienen y lo único que se les ocurre es que jodiendo al personal en lo que más les duele van a conseguir arreglar sus problemas, pues yo no voy a preocuparme en hacer bandera de sus reivindicaciones (bastante tengo con las mías).

He leído en algún diario que mañana jueves los controladores deciden si van a la huelga o no. Por mí que vayan, ahora mismo, si me lo dicen con tiempo, como suele ocurrir cuando hay una huelga de conductores de tren, de autobuseros, de recogedores de basuras (estas, sin duda son las peores… qué apestosas), yo me organizo y decido si arriesgarme a volar con los servicios mínimos, si tomar otro medio de transporte o si quedarme en casa, pero si vuelven a decir que todo es absolutamente normal y llego un día al aeropuerto y me encuentro con que no puedo volar porque a 120 controladores les ha dado un vahído de golpe, qué casualidad, les desearé lo peor, es decir, que resucite Ronald Reagan y les dé un susto de muerte. Hombre ya, tanta altivez…

Archivo del blog

Datos personales