El pasado domingo nos sorprendía la noticia de la muerte del
actor Philip Seymour Hoffman, por sobredosis de heroína. Lo hizo de la manera
más barriobajera, con la jeringuilla aún colgando del brazo. Me espeluzna solo
imaginarlo, así que no quiero pensar en la persona que le encontró.
Ya hace años que sabemos que las drogas no son buenas, que enganchan, crean una
enorme dependencia y en menor o mayor grado, acaban, primero con tu persona y
después con tu vida.
No conozco a nadie que haya comenzado a probar las drogas, se haya hecho
consumidor habitual, y haya sido capaz de dejarlas, a nadie.
Y eso que no estoy en el ambiente de famoseo, de la droga fácil de disimular.
Porque no es difícil encontrar drogas en tu vida cotidiana, pero si te
enganchas, imagino que es más fácil de ‘disimular’ si tu poder adquisitivo no
es el de una persona normal.
Me da mucha pena el caso, porque Seymour Hoffam era el tipo
de actor que uno necesita en las películas, que uno echa de menos si ve cierto
número de películas y no le encuentra. Un actor de los buenos, de los que
querrías que siguiera la estela de Clint Eastwood, que además de deleitarnos
con sus enormes películas, ha sido capaz de salvar la vida de un hombre hace
apenas unos días, aplicando a sus 83 años, la maniobra de Heimlich a un
compañero de mesa que se estaba ahogando durante la cena.
Ahora que aún no hemos caído, di, quién prefieres ser, Clint
Eastwood o Philip Seymour Hoffam. Sin duda, tengo claro que yo quiero ser yo,
pero si me preguntas al respecto, tengo muy clara la respuesta.
Os dejo con un vídeo deprimente en el que Hoffman hablaba sin reparos
de cómo comenzó a tomar drogas… así lo esté viendo desde el
cielo, como su última película.