¡Me voy a Roma!
Os lo anuncié hace unos días y ha llegado el momento. Como me voy de asueto absoluto, no estaré conectada a internet, por lo que las novedades de mi viaje, las sabréis a la vuelta. Todo el que ha ido me ha dicho (bueno, todo el que ha ido no, todo el que ha ido y yo conozco...) que Roma es una ciudad preciosa, a rebosar a partes de iguales de monumentos (religiosos y humanos) y turistas. Allí voy yo a tirar mi moneda, por aquello de no perder oportunidad de pedir un deseo (o de caer en el tópico, tal vez) y a meter la mano en la boca de la verità, a ver si me pilla. Sea como sea, creo que me voy a divertir. Lo que seguro que haré será recordar montones de canciones de Adriano Celentano. Que tiene sus años y es de todo menos actual, pero que es el cantante de una de las primeras canciones italianas que vienen a mi mente desde mi niñez, Azzurro. Pero como esa canción es algo melancólica y hoy es un día alegre, aquí os dejo un vídeo de una actuación suya con Mina, de una versión de lo más divertida del famoso y romántico Parole. En unos días, estoy con vosotros.
¡Hasta la vuelta!
Blog creado para compartir ideas, sentimientos, realidades... todo aquello que haga sentirnos mejor.
martes, 25 de mayo de 2010
sábado, 22 de mayo de 2010
Estocada
¿Alguien me puede explicar por qué tengo yo que ponerme a punto del desmayo por unas imágenes? Estoy indignada y os voy a explicar por qué.
Ayer estaba viendo un informativo de la noche cuando me advirtieron de que un torero había sufrido una espantosa cogida y que nos iban a enseñar las imágenes. Yo, que me conozco bastante bien, aparté la mirada porque las cornadas en los toreros es una de las (muchas) imágenes que me resultan más desagradables, no tristes, ni hirientes, ni… no, desagradables, al instante se me revuelve el estómago y si no vomito, es de milagro.
Ayer el cogido fue el torero Julio Aparicio y hoy, en contra de lo que pudiera parecer, no voy a hablar de toros, voy a hablar de periodismo.
En el informativo nocturno tuvieron la amabilidad, si es que puede llamarse así, de advertirme de que las imágenes iban a ser muy duras, pero nadie me ha avisado esta mañana de que la primera imagen que iba a ver al entrar en la página Web un diario digital (e intuyo que de muchos otros diarios, pues no pienso ver ningún otro) ha sido la de la cornada, un plano bien cercano en el claramente se podía ver… no, lo siento, no os lo describiré para que a nadie le de un ataque de nada, pero os aseguro que en la décima de segundo que he tardado en cerrar la ventana del explorador de Internet, la imagen se ha quedado gravada en mi mente.
No tengo ánimos ni de escribir a la defensora del lector de ese diario. El límite ya se ha superado y ya os digo yo que nada devuelve a la gente el sentido común una vez perdido.
Ayer estaba viendo un informativo de la noche cuando me advirtieron de que un torero había sufrido una espantosa cogida y que nos iban a enseñar las imágenes. Yo, que me conozco bastante bien, aparté la mirada porque las cornadas en los toreros es una de las (muchas) imágenes que me resultan más desagradables, no tristes, ni hirientes, ni… no, desagradables, al instante se me revuelve el estómago y si no vomito, es de milagro.
Ayer el cogido fue el torero Julio Aparicio y hoy, en contra de lo que pudiera parecer, no voy a hablar de toros, voy a hablar de periodismo.
En el informativo nocturno tuvieron la amabilidad, si es que puede llamarse así, de advertirme de que las imágenes iban a ser muy duras, pero nadie me ha avisado esta mañana de que la primera imagen que iba a ver al entrar en la página Web un diario digital (e intuyo que de muchos otros diarios, pues no pienso ver ningún otro) ha sido la de la cornada, un plano bien cercano en el claramente se podía ver… no, lo siento, no os lo describiré para que a nadie le de un ataque de nada, pero os aseguro que en la décima de segundo que he tardado en cerrar la ventana del explorador de Internet, la imagen se ha quedado gravada en mi mente.
No tengo ánimos ni de escribir a la defensora del lector de ese diario. El límite ya se ha superado y ya os digo yo que nada devuelve a la gente el sentido común una vez perdido.
sábado, 15 de mayo de 2010
El noticiario
Esta semana me ha pillado el toro, lo reconozco. Como coloquialmente se dice, se me ha pasado la semana volando y no os he escrito nada. Y lo peor del caso es que quería haberos escrito sobre todo. En especial, del inefable 5% que como no soy ni pensionista ni funcionaria no me va a tocar (de lo cual me congratulo); también os hubiera hablado de las dos gotas de agua que parecen el primer ministro británico y su segundo, el moderado Nick Clegg. Es increíble cómo dos hombres de casi igual complexión, altura, peso, gran parecido de cara y probablemente igual color de ojos ¡se visten igual! Sé que se diferencian mucho en cuanto a ideales políticos se refiere, pero menos mal que para la presentación de su conjunto gobierno, se pusieron, respectivamente, una corbata azul y una verde, que si no, por mucho que uno me parezca más guapo que el otro, creo que me hubiera costado distinguirlos. ¿Será por eso que se han unido para hacer gobierno? I don’t think so…
También os querría haber hablado del tabaco. Por fin se va a aprobar la ley que impida fumar en todos los espacios públicos. Como habéis podido intuir, soy de la liga más radical antitabaco, la más radical que os podáis imaginar, pero como tengo muchos amigos muy queridos que fuman y sé que para ellos no es fácil el tema, hablaré de ello, con todo el comedimiento que pueda, en una entrada aparte. Se lo prometí a un amigo mío fumador.
Y por último, otro tema que me preocupa igualmente. Esta semana también hubiera querido hablaros francamente, qué bien dicho por mi parte, sobre el cese del juez Garzón, que tan injusto nos parece a muchos y solo el narrador de esta vida sabrá por qué. A muchos nos suena a triquiñuela para apartarlo de la investigación sobre los crímenes de paquito. Si no es así, qué mal nos lo han vendido, o qué mal lo hemos hecho todos. Y como entiendo bastante poco de jurisprudencia, aquí lo dejo, esperando...
Bueno, que os quería haber halado de todo y no os he hablado de nada. ¿O sí?
En fin, muy buena semana a todos, sea del color que sea.
También os querría haber hablado del tabaco. Por fin se va a aprobar la ley que impida fumar en todos los espacios públicos. Como habéis podido intuir, soy de la liga más radical antitabaco, la más radical que os podáis imaginar, pero como tengo muchos amigos muy queridos que fuman y sé que para ellos no es fácil el tema, hablaré de ello, con todo el comedimiento que pueda, en una entrada aparte. Se lo prometí a un amigo mío fumador.
Y por último, otro tema que me preocupa igualmente. Esta semana también hubiera querido hablaros francamente, qué bien dicho por mi parte, sobre el cese del juez Garzón, que tan injusto nos parece a muchos y solo el narrador de esta vida sabrá por qué. A muchos nos suena a triquiñuela para apartarlo de la investigación sobre los crímenes de paquito. Si no es así, qué mal nos lo han vendido, o qué mal lo hemos hecho todos. Y como entiendo bastante poco de jurisprudencia, aquí lo dejo, esperando...
Bueno, que os quería haber halado de todo y no os he hablado de nada. ¿O sí?
En fin, muy buena semana a todos, sea del color que sea.
domingo, 9 de mayo de 2010
Fish Tank
Ayer vi a Pere Gimferrer. No le había visto nunca en persona y no tengo la plena seguridad de que fuera él, precisamente porque nunca le he visto en persona y porque nadie me lo presentó. Le vi con gafas y sin ellas, haciendo aspavientos y sin hacerlos, hablando en voz demasiado alta y sin hablar. Os cuento.
Fue en el cine, y por esas casualidades de la vida, antes de empezar la película me encontré con una compañera de trabajo de hace 6 años, casi ni me acordaba de ella, pero ella y su marido sí se acordaban de mí. Esto lo cuento no porque tenga nada que ver con Gimferrer, sino porque gracias a estos amigos, en lugar de dar un paseo antes de comenzar la película, como acostumbro, nos quedamos en el bar del cine y nos tomamos un café.
Estaba yo absorta en la multitud de recuerdos que mi amiga me estaba proporcionando cuando le vi acercarse. No tuve dudas, me dije, es él. Pero justo en ese momento se quitó las gafas como algunas de las personas que llevamos habitualmente gafas lo solemos hacer, y entonces dudé. Claro, a ver cuántas veces he visto yo a este señor sin gafas…
Así pues, estaba el supuesto Gimferrer tomando un café en el mismo mini lugar que yo (el bar de ese cine es muy pequeño, escasas 4 mesas) cuando me di cuenta de que faltaba muy poco para que comenzara mi película. Como soy un poco Alvy Singer y no me gusta entrar tarde en el cine, allí les dejé, a mis amigos (porque iban a ver otra película) y a él.
Y me encontraba yo felizmente instalada en mi butaca, a bien poco del suelo, recordad, cuando le vi entrar en la sala. Estaba claro que íbamos a ver la misma película, qué grata sorpresa. Fue entonces cuando empezó a hacerle aspavientos a una señora que también estaba sentada en una butaca. Parecía como si tomarse un café hubiera sido el mismo triunfo que ganar el Gran Premio de Fórmula 1 de Bahrein, estuve a punto de soltar una carcajada, pero me contuve. Cuando llegó al lado de la señora se sentó en la misma fila que ella. Y digo la misma fila porque no se sentó justo a su lado, dejó un asiento vacío entre ambos (por aquello de la holgura, supongo…). Y entonces, cuando no podía apartar mis ojos de ellos, fue cuando empezó a hablar a voz en grito.
Que si ese director había dicho esto, que si un grupo de editores sostenían lo otro. Hablaba como si se encontrara en el bullicio de un mercado un sábado a las 11 de la mañana. Insoportable, para mí el silencio es el silencio, y menos mal que comenzó la película, porque si no, le hubiera chistado como al más pintado. Quiero pensar que en realidad no quería gritar, pero claro, si pretendía hablar con la señora que le acompañaba y la susodicha estaba a dos asientos de él, no quedaba más remedio.
Por cierto, la película era Fish Tank. Una película veterana en cartelera, que había estado a punto de ver en innumerables ocasiones y nunca me había decidido hasta ayer. La película está muy bien, pero no se la recomiendo a todo el mundo. Es bastante dura y no mucha gente tiene suficiente estómago. Aún hoy pienso en ella… y en él.
Fue en el cine, y por esas casualidades de la vida, antes de empezar la película me encontré con una compañera de trabajo de hace 6 años, casi ni me acordaba de ella, pero ella y su marido sí se acordaban de mí. Esto lo cuento no porque tenga nada que ver con Gimferrer, sino porque gracias a estos amigos, en lugar de dar un paseo antes de comenzar la película, como acostumbro, nos quedamos en el bar del cine y nos tomamos un café.
Estaba yo absorta en la multitud de recuerdos que mi amiga me estaba proporcionando cuando le vi acercarse. No tuve dudas, me dije, es él. Pero justo en ese momento se quitó las gafas como algunas de las personas que llevamos habitualmente gafas lo solemos hacer, y entonces dudé. Claro, a ver cuántas veces he visto yo a este señor sin gafas…
Así pues, estaba el supuesto Gimferrer tomando un café en el mismo mini lugar que yo (el bar de ese cine es muy pequeño, escasas 4 mesas) cuando me di cuenta de que faltaba muy poco para que comenzara mi película. Como soy un poco Alvy Singer y no me gusta entrar tarde en el cine, allí les dejé, a mis amigos (porque iban a ver otra película) y a él.
Y me encontraba yo felizmente instalada en mi butaca, a bien poco del suelo, recordad, cuando le vi entrar en la sala. Estaba claro que íbamos a ver la misma película, qué grata sorpresa. Fue entonces cuando empezó a hacerle aspavientos a una señora que también estaba sentada en una butaca. Parecía como si tomarse un café hubiera sido el mismo triunfo que ganar el Gran Premio de Fórmula 1 de Bahrein, estuve a punto de soltar una carcajada, pero me contuve. Cuando llegó al lado de la señora se sentó en la misma fila que ella. Y digo la misma fila porque no se sentó justo a su lado, dejó un asiento vacío entre ambos (por aquello de la holgura, supongo…). Y entonces, cuando no podía apartar mis ojos de ellos, fue cuando empezó a hablar a voz en grito.
Que si ese director había dicho esto, que si un grupo de editores sostenían lo otro. Hablaba como si se encontrara en el bullicio de un mercado un sábado a las 11 de la mañana. Insoportable, para mí el silencio es el silencio, y menos mal que comenzó la película, porque si no, le hubiera chistado como al más pintado. Quiero pensar que en realidad no quería gritar, pero claro, si pretendía hablar con la señora que le acompañaba y la susodicha estaba a dos asientos de él, no quedaba más remedio.
Por cierto, la película era Fish Tank. Una película veterana en cartelera, que había estado a punto de ver en innumerables ocasiones y nunca me había decidido hasta ayer. La película está muy bien, pero no se la recomiendo a todo el mundo. Es bastante dura y no mucha gente tiene suficiente estómago. Aún hoy pienso en ella… y en él.
viernes, 7 de mayo de 2010
Lo que dura, dura
A ver, amigos míos, lo primero que quiero decir es que no voy a hablaros de sexo, lo lamento, pero no, una coma es una coma y entre un dura y otro dura, cambia la historia. Hoy voy a hablaros de publicidad.
Esta tarde he ido a comprar algunas cosillas, como acostumbro a hacer para que la compra del sábado no se me haga tan larga, y he comprado lavavajillas, el mismo que la última vez porque me encanta. Como mujer sencilla que soy, hay detalles que me pueden llenar de tanta energía como si de una batería de móvil enchufada se tratara. Pues eso me pasa con el olor de este lavavajillas. Lo descubrí hace muy poco y ya no me separo de él, prometido.
A lo que voy es a la publicidad engañosa. Es la primera vez que veo una publicidad engañosa a la inversa, es decir, que el producto es mejor de lo que dicen que es.
Al comprar este lavavajillas he visto que en la etiqueta había en letras destacadas un cartelito que ponía “dura hasta 8 semanas”. Claro, depende de lo que estuviéramos hablando, podría ser mucho, pero estamos hablando de un jabón para lavar los platos… ¿solo 8 semanas?
No salgo de mi asombro, porque para bien o para mal, hay cosas que no se van nunca de mi mente (no tantas como me gustaría) y no he olvidado el día que empecé el bote que se me está acabando ahora: el 1 de enero de 2010. Supongo que lo recuerdo tan claramente porque era 1 de enero, que suele ser un día destacado en nuestras vidas. Diferente hubiera sido que lo hubiera comenzado un 7 de febrero… bueno, que no hace falta ser muy inteligente para ver que exactamente han pasado 4 meses y 1 semana, prácticamente el doble de 8 semanas. Qué raro, ¿no?
En fin, que para bien y para mal, la publicidad puede ser algo bueno, pero también puede ser algo ridículo. O acaso sea una cuestión de medidas…
Esta tarde he ido a comprar algunas cosillas, como acostumbro a hacer para que la compra del sábado no se me haga tan larga, y he comprado lavavajillas, el mismo que la última vez porque me encanta. Como mujer sencilla que soy, hay detalles que me pueden llenar de tanta energía como si de una batería de móvil enchufada se tratara. Pues eso me pasa con el olor de este lavavajillas. Lo descubrí hace muy poco y ya no me separo de él, prometido.
A lo que voy es a la publicidad engañosa. Es la primera vez que veo una publicidad engañosa a la inversa, es decir, que el producto es mejor de lo que dicen que es.
Al comprar este lavavajillas he visto que en la etiqueta había en letras destacadas un cartelito que ponía “dura hasta 8 semanas”. Claro, depende de lo que estuviéramos hablando, podría ser mucho, pero estamos hablando de un jabón para lavar los platos… ¿solo 8 semanas?
No salgo de mi asombro, porque para bien o para mal, hay cosas que no se van nunca de mi mente (no tantas como me gustaría) y no he olvidado el día que empecé el bote que se me está acabando ahora: el 1 de enero de 2010. Supongo que lo recuerdo tan claramente porque era 1 de enero, que suele ser un día destacado en nuestras vidas. Diferente hubiera sido que lo hubiera comenzado un 7 de febrero… bueno, que no hace falta ser muy inteligente para ver que exactamente han pasado 4 meses y 1 semana, prácticamente el doble de 8 semanas. Qué raro, ¿no?
En fin, que para bien y para mal, la publicidad puede ser algo bueno, pero también puede ser algo ridículo. O acaso sea una cuestión de medidas…
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