lunes, 1 de marzo de 2010

El chacachá del tren

Por causas bien diferentes, prácticamente opuestas, este fin de semana he tenido que viajar en varios trenes.
En esta ocasión los elegidos fueron un tren de cercanías y otro de larga distancia. Valga decir que adoro viajar en tren, entre otros motivos, por la cantidad de emociones que experimento.
En el primero de los viajes, en cercanías, descubrí que las personas que duermen pueden ser muy atractivas. Iba yo ensimismada en mis errantes pensamientos cuando de pronto me percaté de que un atractivo hombre estaba sentado frente a mí (en los asientos que van situados dos mirando de frente a otros dos). Ni me había fijado en cuándo había llegado allí. Sin duda, la primera en sentarse había sido yo, y de ello deduzco cuán sesudas debían de ser mis cabilaciones que ni había reparado en tan atractivo hombre.
Lo curioso es que muy pronto me di cuenta de que estaba calificando a ese hombre de muy atractivo cuando en ningún momento le había visto los ojos abiertos. Iba escuchando música y con los ojos cerrados. Debía de dormitar, porque no los abrió en 10 minutos que le miré sin parar.
Y sí, al final (de mi trayecto) pude comprobar que era casi tan atractivo con los ojos abiertos como con ellos cerrados. Marrón intenso, por cierto.
Su anillo y él se quedaron en el vagón cuando yo me bajé del tren.
Al día siguiente me desplacé en AVE a toda velocidad, no sé si muy alta (ahora que estoy familiarizándome con el japonés dudo de todo lo que sea ‘alta’ velocidad), pero mucha en todo caso. La velocidad es tanta que encuentro un grave defecto a los desplazamientos de media distancia en ese tipo de tren: me pierdo parte de la película. Puede parece un tema liviano, pero no lo es tanto cuando te das cuenta de que has visto decenas y decenas de películas a medias. La mayoría son muy actuales, “reciente adquisición de videoclub” las podríamos denominar, y si ya me las he perdido en el cine, parece ridículo que las alquile para ver el último cuarto de hora o la primera media hora… de verdad que empieza a preocuparme.
Pero una de las cosas que más me ha llamado la atención es el tema de la cobertura. Recibí la llamada de un amigo cuando yo calculaba que estábamos a punto de entrar en un túnel y rápido le previne de lo típico ‘a lo mejor se corta, que vamos a entrar en un túnel’, ‘vale’, dijo él. Y no se cortó, buen rato después seguíamos hablando. Y cuál fue mi sorpresa cuando de pronto mi amigo se calla y me parece extraño y miro el teléfono y resulta que no, no se ha callado, es que se ha cortado. Miro por la ventanilla y estamos al aire libre. Increíble. Túneles con perfecta cobertura y exteriores con perfecta luna llena. Curioso el capricho de las nuevas tecnologías, ¿verdad?
Decidido, pronto volveré a hacer un viaje en tren, del tipo que sea. A ver qué pasa.

3 comentarios:

  1. Holaaa...
    Mientras tus amigos te digan vale, no importa que se corte, mientras hayas podido hablar sin importar cuan larga es/haya sido la conversacion... eso es lo que cuenta.
    Como siempre un placer hablar contigo.

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  2. El mundo es un libro, y quienes no viajan, leen sólo una página.

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  3. Hola Anónimo,
    Tu frase sobre libros y viajes es sencillamente preciosa. Ojalá pudiera leerte todo el mundo. Cuánto aprenderían...
    Muchas gracias por tu aportación.

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