viernes, 27 de noviembre de 2009

Pucheros

Lo siento, amigos, de mil amores os hablaría yo ahora de platos deliciosos que preparar en diversos tipos de ollas, de recetas milenarias o apetitosamente tradicionales… pero no. Hoy os hablaré de las personas que se caracterizan por sus ‘pucheros’.
Para quien no sepa lo que esto significa, le remito a la definición del DRAE, concretamente a la 4ª. A saber, “gesto (…) que precede al llanto verdadero o fingido”.
No lo soporto. Es así de sencillo. Probablemente es una de las cosas que más nerviosa me pone en este mundo (y me jacto de ser bastante tranquila…).
Hace poco tuve ocasión de escuchar una conversación entre una empleada y su (supongo) jefa y no podía ser más irritante. Constantemente me parecía que iba a estallar en lagrimones, y no, nunca lo hacía, es que era su tono de voz natural. No quise quedarme a escuchar qué efecto causaba ese tono en su jefa, pero desde luego en mí hubiera causado el peor de los efectos. Me aterro a mí misma :-)
No estoy hablando de una conversación íntima, en la que, con el consentimiento de todos, la persona puede expresarse como se le antoje, hablo de una conversación de trabajo entre adultos.
Recuerdo que mi mejor amiga me comentó hace tiempo que durante unos meses tuvo que trabajar bastante codo con codo con una persona similar a la que os comento, aficionada a los pucheros. Es francamente negativo porque como todos sabemos, los pucheros son cosa de niños, pobretes, ellos no conocen las normas de la comunicación y se expresan como les sale, a pucherazos o sin, y con los años (se supone) aprenden. No tengo queja de los niños, ¡ninguna! Bueno, alguna diminuta sí, pero no viene al caso.
El problema lo tengo con quienes en edad adulta se comunican como si fueran inocentes mocosos pequeñuelos de escasos centímetros de altura. Me molestan porque ese tipo de actitud implica que esas personas no solo se comunican como niños pequeños, sino que también piensan, deciden y actúan como tales, y eso comporta muchas dificultades para los que les rodean tanto en su vida privada como en el trabajo, porque no tiene nada de natural.
Niños, al parvulario, gracias.

2 comentarios:

  1. No puedo estar más de acuerdo contigo, los pucheritos de los pseudoadultos son algo más que insoportables :( El análisis transaccional dice algo así como que adoptamos roles en función de nuestro estilo comunicativo (adulto, padre, niño... que a su vez se reestructuran en diferentes subroles o actitudes)... ante un niño-pucheros no se puede uno situar como un adulto, sino que te obliga a hacerlo como un padre... y eso cansa... Estoy contigo!

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  2. Hola Chucky,
    Uaaaau, me has abierto los ojos. Increíble, pero no había pensado en una cosa que me has hecho saber: que no podemos situarnos como adultos con alguien que se comporta como un niño, porque su actitud nos obliga a situarnos en la actitud del padre.
    Muchas gracias, Chucky, me viene perfecto estos días que tengo en mente el comportamiento infantil de una persona (por suerte sin pucheros). Durante mucho tiempo pensé en mantenerme como adulta frente a sus ataques, pero veo que no conseguiré nada, porque lo que esa persona requiere es 'un padre' (una madre en este caso) y como bien dices, es una actitud que cansa. En estos momentos, me niego.

    Muchas gracias por tu enriquecedora aportación.

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