viernes, 23 de julio de 2010

Los ojos se van

Detrás de lo que no deben. Eso es lo que me ha sucedido esta semana.
Hace tiempo hubo un accidente de coche en Barcelona porque el conductor se quedó embobado mirando un cartel donde aparecía una señorita ligera de ropa. Bien, pues eso es más habitual de lo que parece. Bueno, es habitual que nos quedemos embobados mirando fijamente algo o a alguien mientras el resto de nuestro cuerpo continúa como si tal cosa, lo de estamparse con el coche no lo es tanto, para fortuna de todos.
Porque claro, con un poco de mala suerte, tenemos accidentes como el que os he comentado y si no pasa nada, se queda en una mera anécdota…
Y ahí va lo que pasó: una mañana muy temprano iba yo camino del metro cuando en el mismo lugar que todos los días, se detenía el chico de la furgoneta que transporta los diarios gratuitos. Yo nunca cojo ninguno, pero me maravilla la cantidad de personas que se arremolinan a las 7 y media de la mañana esperando al chico y los diarios en cuestión. Bueno, pues como os decía, el otro día me quedé observando al chico que se iba a tener que enfrentar con la multitud esperadora, y lo miré con tanta fijación, yo creo que más por el sueño que llevaba yo que porque el mozo tuviera interés alguno, que no vi el bastón de una chica ciega que venía hacia mí. Cuando lo vi, mejor dicho lo noté en mis pies, tuve que pegar un salto que ni los saltamontes, porque de otro modo, primero hubiera caído yo y luego ella encima de mí, una tragedia de buena mañana. Pero por suerte, parece que tengo los reflejos en forma y se pudo evitar la tragedia, eso sí, me acabé de despertar de golpe. Si al menos el chico hubiera sido guapo…
En fin, que a ver si ponemos un poco más de atención, que nos puede ir un disgusto gordo en ello.

2 comentarios:

  1. Anda que...
    Menos mal que estas agil, en forma y lozana, que si no...
    Tienes mucha razon, a veces vamos atropellados y terminamos atropellando a alguien o a nosotros mismos...
    Buena reflexion.

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  2. Hola Anónimo,

    En efecto, a veces atropellamos por imprudencia o por no ir concentrados. Es en esos momentos, cuando te das cuenta de que te has subido al ritmo de la vida olvidándote de cuál es tu propio ritmo. Esos 'tropiezos' para mí son la manera que tiene el mundo de recordarnos que todos tenemos un ritmo vital y debemos respetarlo.
    Gracias a ti por tus palabras.
    Saludos,

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