domingo, 21 de diciembre de 2014

White collar

El otro día fui a Madrid por trabajo, todo bien; pero como no acostumbro a viajar en AVE a menudo, durante el trayecto presté atención a algunas de las frases que escuché.

Una de ellas, por ejemplo, una mujer de unos 40 le decía a alguien por teléfono en la cafetería que '...él no puede seguir con ese ritmo, llega todos los días a casa a las 9:30 o las 10... eso no hay cuerpo que lo aguante —dijo—, es curioso, porque no dijo eso no hay relación que lo aguante, que es lo primero que se me hubiese ocurrido a mí, sino no hay cuerpo que lo aguante... por unas cuantas frases más descubrí que quien sea que llevaba ‘ese ritmo’ estaba en el hospital, concretamente en la clínica Dexeus, y que 'está mucho mejor'... por eso me voy a Madrid... —dijo— pero que de verdad no puede seguir con ese ritmo, que en el trabajo se enfada con todo el mundo y, pobre... encima no lo sabe disimular... como si eso fuese un atenuante, que no lo sabe disimular... en ningún momento dijo workaholic...

Y aunque no os lo creáis, en él estuve pensado cuando una hora antes de coger el tren de regreso, me estaba comiendo un bocadillo de jamón, muy rico, y pensé que a la vida hay que darle placeres, que trabajar, en especial si te gusta lo que haces, es maravilloso, pero vivir una vida en la que alguien no tiene la necesidad de echarte de menos, es infinitamente mejor.

Y es que en el fondo, todos somos personas. Ya en el tren de regreso a Barcelona. Iba acompañada de montones de hombres y mujeres bien vestidos. Pero para mí eran solo eso, personas bien vestidas, un buen traje, una bonita corbata, un vestido caro, incluso un perfecto corte de pelo. Pero más allá de la apariencia yo quería imaginármelos en la reunión a la que ese día habían asistido, pero no pude, porque no sé siquiera cómo hablan. Gracias, sí, ese es mi asiento es lo máximo que aciertas a escuchar, pero nada más.

Me encantaría saber si su estilo es agresivo, si dejan hablar o pisan... Me hubiera encantado saber si regresaban triunfales de su jornada o con algún fracaso en el bolsillo. Uno de esos fracasos que les persigue cuando llegan a casa y se quitan ese traje, la camisa de 100€, el vestido o la corbata; entonces da igual quienes sean o quienes crean que sean, son una persona normal.


Así que definitivamente no me dejo impresionar por lo bien vestida que va o no la gente, aunque sepan disimular su mal humor, son exactamente igual que yo, personas.

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