El otro día fui a Madrid por trabajo, todo bien; pero como
no acostumbro a viajar en AVE a menudo, durante el trayecto presté atención a algunas de las frases
que escuché.
Una de ellas, por ejemplo, una mujer de unos 40 le decía a
alguien por teléfono en la cafetería que '...él no puede seguir con ese ritmo,
llega todos los días a casa a las 9:30 o las 10... eso no hay cuerpo que lo aguante
—dijo—, es curioso, porque no dijo eso no hay relación que lo aguante, que es lo primero que se me hubiese ocurrido a mí, sino no hay cuerpo que lo aguante... por unas cuantas frases más descubrí que quien sea que llevaba ‘ese ritmo’ estaba en el hospital, concretamente en la
clínica Dexeus, y que 'está mucho mejor'... por eso me voy a Madrid... —dijo—
pero que de verdad no puede seguir con ese ritmo, que en el trabajo se enfada
con todo el mundo y, pobre... encima no lo sabe disimular... como si eso fuese un atenuante, que
no lo sabe disimular... en ningún momento dijo workaholic...
Y aunque no os lo creáis, en él estuve pensado cuando una hora
antes de coger el tren de regreso, me estaba comiendo un bocadillo de jamón,
muy rico, y pensé que a la vida hay que darle placeres, que trabajar, en
especial si te gusta lo que haces, es maravilloso, pero vivir una vida en la
que alguien no tiene la necesidad de echarte de menos, es infinitamente mejor.
Y es que en el fondo, todos somos personas. Ya en el tren de
regreso a Barcelona. Iba acompañada de montones de hombres y mujeres bien
vestidos. Pero para mí eran solo eso, personas bien vestidas, un buen traje, una
bonita corbata, un vestido caro, incluso un perfecto corte de pelo. Pero más
allá de la apariencia yo quería imaginármelos en la reunión a la que ese día habían asistido, pero no pude, porque no sé siquiera cómo hablan. Gracias, sí, ese es mi asiento es lo
máximo que aciertas a escuchar, pero nada más.
Me encantaría saber si su estilo es agresivo, si dejan
hablar o pisan... Me hubiera encantado saber si regresaban triunfales de su jornada o
con algún fracaso en el bolsillo. Uno de esos fracasos que les persigue
cuando llegan a casa y se quitan ese traje, la camisa de 100€, el vestido o la
corbata; entonces da igual quienes sean o quienes crean que sean, son una persona
normal.
Así que definitivamente no me dejo impresionar por lo bien
vestida que va o no la gente, aunque sepan disimular su mal humor, son
exactamente igual que yo, personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta: