domingo, 5 de mayo de 2013

Donde va el botón...

Donde va el botón, va el ojal. Eso dice mi suegra* cuando se refiere a las parejas, porque tanto derecho tiene uno como el otro a ir a un determinado lugar. No se concibe invitarles por separado.

Me dijo la frase el otro día y me encantó.

Qué bonito y qué acertado suele ser el refranero popular. Algo que según observo a mi alrededor se va perdiendo, probablemente más por el desgaste de las personas que del propio lenguaje.

Los refranes son casi ‘verdades universales’, los genera el pueblo a fuerza de corroborar que esa realidad existe y se cumple algo más de muchas veces. Me encantan.

Yo nunca he tenido talento para recordar refranes, más allá de los manidos abril aguas mil o más vale pájaro en mano que ciento volando. A veces no se cumplen, claro está, no siempre este tipo de verdades son indiscutibles, pero si existe un refrán sobre el tema es que alguna vez sí fue habitual así.

En la literatura se hizo famoso Sancho Panza por tener una boca llena de refranes que se peleaban por salir, casi hasta la extenuación. Y en mi vida, mi hermana. Ella ha sido siempre especialista en tener un refrán preparado para ilustrar el momento, me parece un talento.

Así que desde aquí reivindico el uso del refrán. Enriquece el idioma (porque los refranes viajan en el tiempo de generación en generación…) y le aporta un toque de divertimento a la conversación muy útil en estos tiempos en los que todas parecen estar monopolizadas por el fantasma de la cr…

*Hoy le dedico esta entrada a mi suegra, porque es el día de la madre y quiero felicitarla, pues ella es, sencillamente, una mujer maravillosa.

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